miércoles, 13 de junio de 2012

Camina hacia el futuro


Por Evelia Garibay.


―¿Estás lista? ―preguntó el anciano mirando a la joven a los ojos, quería ser él quien lo hiciera pero sabía que su tiempo había pasado ya.
―Lo estoy desde que era niña ―respondió sosteniéndole la mirada a su maestro.
―Muy bien, voy a abrir la caja, ¿tienes los guantes? —Ella respondió levantando las manos enguantadas y listas— Bien, bien, recuerda…
—Tomarlo por la parte más gruesa del tallo y presionar el bulbo central —lo interrumpió recitando de memoria la lección aprendida desde la infancia— para que los tentáculos estén relajados, cuidar que ninguno me toque la piel…
—Si sientes que se te resbala el bulbo…
—Regresarlo a la caja inmediatamente, no nos podemos dar el lujo de perderlo.
—Sé que ya hemos practicado antes y que siempre ha salido bien, pero no puedo dejar de decirte lo importante que es este procedimiento, no solo para nosotros y para la reputación de nuestra práctica, sino para todo el mundo, es un gran honor que nos haya elegido a nosotros para llevarlo a cabo —se acercó a ella y con mucha ternura levanto su barbilla para que sus miradas se encontraran— confió en ti pequeña.
—Gracias abuelo —respondió ella con la voz entrecortada, respirando hondo se volvió hacia la caja —Estoy lista si tú lo estás; no tienes que recordarme lo mucho que ha invertido la corporación en este proyecto y lo importante que es para el futuro, ¿el receptáculo está listo? —Pregunto sin quitar la vista de la caja, para el ojo poco entrenado, el pequeño objeto; de apenas 50 por 50 cm; podía pasar inadvertido, pero ella sabía lo que iba a cambiar el mundo si todo salía bien.
—Sí, todo listo, el equipo técnico está preparado.
—Bien, ábrela abuelo, por favor.
El anciano se colocó del lado contrario de la caja, quitó los cerrojos que aseguraban la tapa y con mucho cuidado la retiró.
—Ahora, con cuidado, pasa la mano por debajo —en un susurro indicó a su nieta que hacer,  ella no levanto la mirada para encontrar la del anciano, toda su atención estaba centrada en la masa rosácea que flotaba en el líquido transparente que llenaba la caja, metió la mano derecha, deslizándola por debajo, el líquido estaba tibio.
—La temperatura se siente bien —susurró, era como si hablar en voz alta pudiera hacer que algo saliera mal.
Al sentir la perturbación en el líquido que lo rodeaba, los pequeños tentáculos que salían de la masa rosácea empezaron a moverse, muy lentamente, antes de que pudieran tomar velocidad, ella encontró el bulbo con el dedo medio y lo apretó, inmediatamente los tentáculos se relajaron.
—Lo tengo —sonrío con confianza, metió la mano izquierda asegurando la masa entre sus manos, estaba consciente de lo delicada que era— voy a sacarlo ya y a pasarlo al receptáculo.
—Todo listo doctora —respondió un técnico a su espalda.
Finalmente saco las manos de la caja, todos los que estaban en la habitación pudieron ver el cerebro que sostenía, era de un rosado intenso, sano, los tentáculos que habían crecido durante el tiempo que había estado almacenado en el líquido conductor lleno de nutrientes, estaban relajados y listos para entrar en las conexiones que le ayudarían a manejar el receptáculo preparado para él. Los técnicos se apresuraron a hacer las conexiones, nadie hablaba, se podía decir que casi no respiraban, de lo concentrados que estaban todos en su trabajo, era imprescindible que todo se hiciera en el menor tiempo posible, para que la cavidad donde iban a colocar el cerebro se pudiera llenar del  mismo líquido conductor donde había estado almacenado.
—Audición y vista listos —dijo el primer técnico y se retiró para dejar espacio a los demás.
—Gusto y olfato también —menciono el segundo, dando un paso atrás.
—Motricidad gruesa —el técnico se retiró.
—Motricidad fina, en un segundo —dijo entre dientes el último técnico—  son muchas conexiones —el sudor perlaba su frente.
—Tranquilo –dijo la doctora, aun sosteniendo el bulbo para que el cerebro no se moviera— respira y termina, sabes muy bien lo que hay que hacer
—Listo —respondió después de un momento y se retiró.
—Bien, conexiones listas, abuelo ¿quieres checar algo?
—No, sé que lo hicieron bien, tú estuviste supervisando —y era verdad, ella no había perdido de vista a todos y cada uno de los técnicos para que no quedara ninguna conexión fuera de lugar.
El receptáculo era un androide hecho con los estándares más nuevos del año 3247, era como ver a un humano de verdad, excepto por los ojos que eran vidriosos y a los que aún no habían logrado darles un aspecto natural.
—Suelto el bulbo ahora. —Anunció la doctora retirando la mano, en cuanto los tentáculos estuvieron libres, el androide cobró vida, la cavidad craneal fue llenada con el líquido especial y la doctora la cerró y aseguró en su sitio.
El androide se sentó, estiró sus miembros, abrió y cerró los ojos, giró el cuello de un lado a otro, el cerebro estaba tomando control de su nuevo hábitat.
—Me… —la voz le falló y lo intentó de nuevo— me alegra estar aquí.
—Y a nosotros nos alegra verlo señor. — el anciano se acercó a él— ¿Cómo se siente?
—Extraño, he de admitirlo ¿en qué año estamos? ¿2000?
—No señor, me temo que estamos un poco más lejos; 3247
—3247 —dijo pensativo— suena bien, suena prometedor, ¿puedo levantarme?
—Por favor —respondió el anciano haciéndose para atrás para darle espacio.
El androide se levantó y miró a su alrededor, su mirada se encontró con la de la doctora.
—Buenas tardes, señorita, ¿o son buenos días?
—Buenas tardes está bien, en este momento no tiene que preocuparse por eso, más bien me interesa saber cómo se siente.
—Un poco mejor ahora que tengo las piernas estiradas, gracias.
—Me alegra, cualquier molestia que sienta, no dude en informarme.
—No lo haré, gracias de nuevo, definitivamente ya no estamos en 1966.
—No señor, ya no lo estamos.
—Puedes llamarme Walt.
—Muchas gracias, Walt, ¿qué te parece si acompañas a Peter? —dijo la doctora señalando a unos de los técnicos que se había acercado a ellos— él te acompañara a una habitación privada y empezara a contestar tus preguntas, porque imagino que tienes muchas.
—Sí, algunas es quedarse corto, pero por algún lado debemos empezar— el androide sonrió y siguió a Peter, antes de salir de la habitación miró de nuevo a la doctora— espero verte de nuevo.
—Cuenta con eso Walt— sonrió y lo miró salir de la habitación, se volvió hacia su abuelo y se lanzó a sus brazos— lo logramos, parece estar bien, abuelo, ¡es Walt Disney! ¿Por qué no me lo habías dicho?
—Era una sorpresa para ti, se cuanto lo admiras— sonrió el abuelo, un poco avergonzado— ¿cuál es la frase que tienes en tu escritorio?
—En este lugar perdemos demasiado tiempo mirando hacia atrás. Camina hacia el futuro, abriendo nuevas puertas y probando cosas nuevas, se curioso; porque nuestra curiosidad siempre nos conduce por nuevos caminos— recitó ella con orgullo.
Uno de los técnicos se acercó con una bandeja con copas de champagne, el abuelo tomo una y la doctora otra.
—Brindo por los nuevos caminos y por el éxito que tuvimos hoy— dijo el abuelo levantando su copa
—Por seguir caminando hacia el futuro— respondió ella.
—Hoy, Walt Disney, mañana ¿quién sabe? ¿Steve Jobs, quizá? —dijo el anciano sonriendo enigmáticamente y vaciando su copa.

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