jueves, 22 de marzo de 2012

Princesa Carmen

Por Pepe Martinez.





Princesa Carmen:

Mientras escribo estas líneas ruego porque te encuentres bien. Los días trascurridos después de nuestro encuentro en la estrella mortal han sido un suplicio. Me bastaron solo unos minutos para saber que eres la mujer con la que quiero compartir mi vida. Al velar tu sueño en el gavilán espacial y contemplarte en silencio, descubrí que podría decirte en un futuro cercano que te adoro.

Quisiera dormir contigo sin la urgencia del deseo, acariciar tus rulos castaños y llevarte al paraíso de mi imaginación donde, sin saberlo ya habitas. Saborear la suavidad de tu ternura y besar tus carnosos labios. La envidia me corroe al ver tus ropajes blancos, esa maldita tela encargada de proteger tu silueta y que se atreve a rozar tu delicada piel.

Quiero acunarme en ti, en tus cálidos y solidarios brazos, que nunca niegan su caridad a éste herido. He visto como otro pretende ocupar mi lugar en tu regazo, pero pierde el tiempo, los dos sabemos que el lazo entre nosotros es casi eterno, como si nos conociéramos desde el día en que nacimos.

El deseo de conocer ese espacio y que es un territorio prohibido a mí, me envenena. Sé que no puedo tocarlo, que no puedo ni acercarme a él, pero te aseguro que sabré tratarlo como se merece, rodeándolo de caricias y ternura. Así que déjame llevar tu corazón a los confines de la galaxia, donde sabré amarlo, donde viviremos una aventura tan inmensa que los sueños serán una burda imitación de lo que será nuestra realidad.

Falta poco para que me despida de ti, he de seguir con mi formación. No sé cuánto tiempo me lleve, lo único que tengo presente es que en mi vida faltará tu presencia, tu sonrisa, tus caricias, tu cuerpo, tu olor y hasta esa forma rara de mirarme. Al prepararme para el viaje me he dado cuenta de que dependo de ti. Que al conocerte pasé de ser un ser independiente a ser un ser dependiente de lo que tú dices, de lo que tú quieres, de lo que tú ansias. De ser un ser racional a uno irracional.

 Es por eso, que quiero ver tu rostro y oler el perfume de tu alma, para que se graben con fuego en mi mente y así llevarte a todas partes. Es de locos pensar que todo mi sentir pueda conmoverte. En mi saber, comprendo que la misión que llevamos en nuestros hombros no nos dejara estar juntos. Quisiera que toda esta locura terminara, para que mi nueva profesión sea el quererte y adorarte, esa es mi NUEVA ESPERANZA.

Quiero, por fin, amanecer contigo, tranquilo y confiado.
    
     Atte. El caminante del cielo.

Dr. Pantoja hemos seguido sus órdenes al pie de la letra, dejando así, que los internos se comuniquen entre ellos por medio de cartas. No sé que pretende con este experimento.

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