miércoles, 11 de abril de 2012

El jardín de los tiempos


Por Diego Enrique Hernández.


El sol ya se había apagado, era medianoche, los gatos lloraban como bebés, unos cuantos rechinidos del viejo colchón interrumpían la melodía felina, José ya dormía pero Diego aun estaba despierto. Un frío penetrante atravesó su rostro y Abrió los ojos de inmediato, creyó estar soñando, pero era real, se dirigía hacia su cara una especie de cien pies gigante, flotaba y provenía de la pared, tenía unas hebras negras, sus movimientos ondeantes eran hipnotizantes, intentó alejar aquella cosa pero sus manos se encontraban y atravesaban a la extraña criatura, quiso soltar un grito pero no pudo, bajo de la cama con el pie equivocado y cayó, pero de inmediato se incorporó y salió corriendo del cuarto como un rayo, no podía respirar y el corazón aparte de palpitar como un corredor de baseball haciendo una carrera, le empezó a doler tan fuerte que parecía ya no bombearía sangre, el vientre también fue víctima del dolor, pero éste menos intenso. Esto ocurrió en menos de 6 segundos, en el suelo, Diego esperaba recuperar el aliento después de tan tremendo susto que lo invadió aquella noche.
-Diego, que ocurre, por qué haz salido disparado del cuarto, que hay? -Dijo José.
-nada Pepe, ve a dormir, sólo fue una mala pesadilla.
Vamos, regresemos al cuarto a dormir, mañana ambos tenemos examen.
Aunque en su interior sabía que no fue así, temía que volviera...
regresaron al cuarto, pero antes de que José se echara a la cama tomó un cobertor sabiendo que era tiempo de calor.
Diego volteó a la pared de donde había procedido el cien pies o lo que hubiera sido y vio la silueta de un hombre en una posición cómoda y a la vez arrogante, no quiso molestar más al pequeño José por lo que deseo que se hiciera de día lo más pronto posible.
José notó su cara la cara de miedo y angustia de Diego le acercó el cobertor y le dijo:
No te preocupes, tu lo has dicho sólo fue una pesadilla, mejor cobíjate, se que el calor es sofocante pero a veces así me siento más seguro.
-Buenas noches José
-buenas noche Diego.
Los dos se envolvieron y Diego hizo algo que tenía años sin hacer, le besó la mejilla y le dio las gracias.

No era la primera vez que ocurría algo extraño en mi cuarto, sucesos tan extraños y difíciles de explicar, mis propios padres me creían loco, sin embargo yo no encontraba una razón lógica para tomarle importancia a mis terribles experiencias. Mi mamá siempre culpaba a la clase de libros que leía o al género de películas que le gustaba ver, y por supuesto aquel payaso que tenía colgado frente a su cama, era pennywise de la novela "Eso (It)" de Stephen King fue regalo de mi última Navidad, un pintor no muy conocido me hizo una réplica de Tim Curry de una escena de la adaptación de la película.

Todo comenzó hace 8 meses, tras la trágica muerte de un buen amigo, Fernando era alto, muy delgado, tanto que su espalda se encorvaba, le encantaba leer y hablar de historia, alguna vez intercambiamos libros y charlamos sobre filosofía, esto tan solo 3 días antes de su muerte.
El periódico narró la nota como un paro respiratorio en plena clase, estaba exponiendo cuando de repente se tocó la sien con la yema de los dedos y dijo - Permítanme un poco porfavor - segundos después se desvaneció y cayó al suelo, el golpe fue directo en la cabeza, intentar resucitarlo fue en vano y a petición de sus padres no hubo autopsia.
Todo la escuela estaba conmocionada por el suceso, los más afectados fueron sus compañeros que vivieron esa terrible pesadilla.
En el velorio fui incapaz de derramar una lágrima, aun no lo creía, ya en el panteón a la hora del entierro fue cuando lloré, había echo una carta de despedida y saqué varias copias para repartirlas para amigos y familiares, mi intención no era que la leyeran en voz alta, sino más bien un consuelo para reducir el dolor.
Cuando uno de los familiares leyó la carta, mi alma se destrozo, lloré hasta no poder, cada palabra era una astilla en el corazón. Esta fue la parte más difícil de contar.

Pasó una semana cuando tuve una fuerte visión, al menos eso creo. Estaba sentado bajo un árbol acompañado de Massiel mi ex-novia, en la acera de enfrente por cada casa había un pequeño árbol ornamental, aun había luz suficiente para reconocer a alguien cruzando por el otro lado, como toda colonia, es tan común ver caminando siempre a la misma gente, paseando a un perro, yendo a la tienda por un bocado o tomar el camión, desde lejos vi una figura grande, extremadamente delgada y como es de suponer; su espalda encorvada, cuando pasó por primera vez no volteó la mirada, pero 2 minutos después cuando venía de regreso, se ocultó al árbol paralelo donde yo estaba sentado, sentí que mi corazón empezaba a latir muy lento y se me iba la respiración, el fuerte mareo casi me provoca un desmayo cuando asomó su cabeza por el tronco del árbol, era él, mi sangre se heló y un dolor de cabeza me invadió.

No entiendo por qué la oscuridad siempre es cómplice del miedo, a pesar de que la luna luce un bello paisaje y es la hora más tranquila, siempre entraba en pánico con aquellos eventos delirantes, por no llamarlos paranormales.
Tres meses después de la muerte de Fernando volvió a ocurrir algo extraño, recuerdo que estaba viendo la adaptación de "El dragón rojo" escrita Thomas Harris, intentaba dormir cuando entró un fuerte aire y me hizo abrir los ojos, había finas telarañas por toda mi habitación, me incorporé de un salto y una bola negra flotante se dirigió a la cabecera de mi cama, esperé unos segundos y solté una risilla medio apagada, - Una mala pesadilla- pensé y un silencio abrumador me hizo echarme bajo las sábanas.
Únicamente pasaba el tiempo suficiente para olvidar el suceso cuando ocurría el siguiente, de manera que no los relacionaba de inmediato, cada que pasaba algo iba aumentando el miedo, la intensidad, como si a aquella cosa no le fuera suficiente, o se quisiera hacer notar y vaya que lo logró.
El siguiente encuentro fue el que me empezó a desconcertar y parecía cobrar un poco sentido, sólo tenía los ojos cerrados, ni siquiera existía pesadez o cansancio, sentí que me hormigueaba la mejilla, después se tornaron en caricias, ¡Alguien me estaba acariciando el rostro! Cuando abrí los ojos tenia de frente una cara, podía sentir su aliento y escuchar unos leves susurros, mi primer impulso fue lanzar golpes, pero fue inútil, de repente desapareció y comencé a marearme, era como estar ebrio , todo dada vueltas y ya deliraba.
Todo acabó cuando mi hermano encendió la luz del comedor, acababa de llegar a casa, entonces reino de nuevo el silencio y en mis sueños el viento traía lamentos.

La penúltima ocasión, una antes del cien pies, fue la mas desgarrante, ya estaba a la mitad de cruzar al otro mundo, me alejaba de la realidad hasta que llegaron las telarañas, sentí que algo me estorbaba en la nunca y dirigí mis dedos hacia aquella cosa, entre dormido y despierto me quité de encima una especie de cabellera, larga, sedosa, el miedo me despertó completamente y me escondí bajo el cobertor, me puse en posición fetal y como si fuera una bomba de aire al inflar un globo, algo se introdujo en mi vientre y llegó hasta el pecho, me obligó a quedarme recto, por unos instantes no pude moverme ni gritar, fueron 2 largos minutos hasta que, como si me libraran de cadenas salté de la cama y me puse a llorar.

Desde aquella vez no recuerdo que haya salido algo de mi cuerpo, y según para algunas personas sin saber esta historia, he cambiado mucho mi carácter y emociones empeorando claro, ahora ya no regresan tan seguido las telarañas, pero llega la inspiración para escribir poemas a eso de la una de la madrugada, a veces no es tan malo estar loco, fingir estar cuerdo suena mas descabellado, sin embargo me gusta mi nueva vida y así la continuaré.

Casi lo olvido, esta mañana me levanté y sin saber porque fui hacia la puerta y mire atrás de ella, ( cabe aclarar que nunca la cierro) colgado ahí estaba un morral que nunca le pude regresar a Fernando, un poco empolvado y parecía feliz de que por fin lo hubiera encontrado...


Fin.

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