sábado, 19 de mayo de 2012

El secreto de Stephen King



Por John Nico Shooter.


Una nota antes del comienzo:

Cuando me interesé en el escritor Stephen Edwin King leí no recuerdo dónde -de seguro en la célebre página de Facebook "Todo Stephen King" o en algún lugar similar- que este peculiar autor escondía un gran secreto. No sé si la persona que lo escribió creyera en lo que dijo, pero sí sé que es el día de hoy y yo no lo he olvidado. El comentario decía algo así: "Dicen que King tiene en su casa a un par de escritores desconocidos en el sótano y que él les relata ideas y ellos escriben día a día. Es por eso que tantos libros son publicados por año."
Cuando leí eso solté una carcajada, era algo absurdo. Imaginé una habitación con unas diez o quince personas, sentados y con cuatro o cinco computadoras.
Sin embargo, dos años después, se me ocurrió hacer una historia sobre ello.
He aquí la misma.


El Maestro del Terror, como se lo conoce en la actualidad, caminaba por el pasillo de su casa situada en Maine directo al sótano. Llevaba una playera oscura, jeans ajustados y un par de gafas ridículas. Era temprano en la mañana, y Tabby había viajado a New Hampshire tres días atrás para visitar a Joe.
Estaba completamente solo.
Como buen víctima del mercado editorial, sabía muy bien que tendría noticias de Chuck muy pronto. Él siempre exigía nuevos trabajos y decidía qué publicar primero y qué luego. Le había ocurrido, por ejemplo, en 2005, cuando Verrill lo llamó y le dijo que Cell vería la luz del día antes queLisey's story.
Stephen tomó el pomo de la puerta y esperó. Dentro del sótano, no se oía una mosca.
Malditos estúpidos. Ya deberían haber llegado.
Usualmente lo hacían escabulléndose por una puerta trasera para no ser vistos por los fans, o para que ningún vecino curioso los viera y comentara cosas como: «La gente va y viene de la casa de ese viejo». O también, porqué no, alguien podría llamar a la policía pensando que un fanático desquiciado y ebrio estaba entrando a la casa del Maestro para amenazarlo.
Abrió la puerta. Había siete personas. No recordaba todos sus nombres, pero conocía sus rostros. Debía memorizar cada facción, porque esa gente ocultaba un secreto que, de ser revelado, sería el final de su carrera como escritor.
El sótano no era el típico americano, sino que parecía el aula de una escuela y tampoco había escaleras para llegar al mismo. Había una pizarra negra con tizas, un escritorio y trece bancos, los cuales siete ahora estaban ocupados. En una de las paredes había una especie de póster, el cual estaba repleto de palabras sin conexión alguna. En el fondo, una pequeña puerta, que era por donde entraban esas personas todos los días y, al lado, la caldera y un panel con la instalación eléctrica de la casa.
Stephen King dio un paso adelante y las personas allí dentro permanecieron inmóviles, como si estuvieran viendo en persona a Annie Wilkes o peor, a Randall Flagg. Vaya que ese personaje era un tremendo hijo de puta, ¡y pensar que el propio Rey lo había creado solito! En sus días, el Maestro del Terror solía escribir de ocho a doce, y después se encargaba de los chicos, que en esa época los tres a penas eran críos. Naomi, Owen y Joe. Una buena chica y dos buenos escritores. ¿Qué más podía pedir? Le había encantado We're All in This Together, de Owen, pero no le llegaba a los talones a Horns, de su otro hijo. Y ni hablar de Candles burning, de la «esposa del Maestro», el cual era un bodrio total.
Sí, sí, me ha gustado -le había dicho a su mujer. Acto seguido pensó: Pero ni por casualidad esa mierda se asemeja a mis escritos, Tabitha.
Si bien ella siempre fue sincera con él, Stephen no podía decirle a su novia de universidad que uno de sus pocos libros era un fiasco.
Bueno, ella me ha dicho que «Pet Sematary» es muy fuerte... pero no creo que eso sea algo malo, ¿no?
Como sea, el Maestro cerró la puerta del lugar que produjo un chirrido leve y un estruendo. Caminó algo soñoliento; no había dormido de lo mejor solo en su casa de Maine. Se sentó en el escritorio, tal como lo hacía aquellos días enseñando en la universidad. Vaya, se hubiera matado veinte años antes si tendría que todavía lidiar con adolescentes rebeldes. Eran un real dolor en el culo, sobre todo en los '70, cuando hasta fumaban marihuana frente a él. Era un alivio que Bill Thompson aceptara publicar Carrie, para el Día de la Madre de 1974.
Steve -o Stevie, como le decían los más allegados- aclaró la voz y vio un pilón de hojas impresas sobre aquel escritorio. Tocó sus gafas, acomodándolas. Comenzó a leer la primera hoja:

VIAJERO DEL TIEMPO

Ugh.
De inmediato le desagradó. Pasó a la otra hoja. Acomodó el gran pilón y se fijó la cantidad de páginas: 356.
Un buen número para solo cinco días, se dijo a sí mismo.
-David -llamó. Era el único nombre que recordaba-. ¿Dónde está el resto? Tengo que anunciar nuevas ideas y un posible final para esto, pero primero tengo que leer lo que han hecho, claro.
El joven, de apellido Jones y unos veintisiete años, tartamudeó y comenzó a sudar frente a los ojos del gran Stephen King. David era el preferido del Maestro, pero aún así sabía que si alguna vez cruzaba el límite, sería eliminado. Jones había escrito unas seiscientas páginas de Under the Dome, en 2007 -luego publicada en 2009- y recientemente había escrito las primeras páginas de Dr. Sleep, luego de leer The Shining unas catorce o quince veces. King siempre le decía que era un buen aspirante a escritor, pero le faltaba pulir muchos detalles que eran cruciales para una buena historia.
-N-no lo sé, señor.
Se acomodó en su asiento y volvió al ordenador. Allí siguió escribiendo mientras los otros fingían dictarle.
Stevie suspiró.
Una hora más tarde, cuando dos personas más llegaron, el Tito se retiró con el manuscrito de Viajero del tiempo en mano. Había leído setenta páginas y era prometedor. Casi como si lo hubiera escrito él. Era por eso que implementó años atrás lo que él llamaba «el método». El póster en el sótano con palabras sueltas no era cualquier cosa, sino que una de las claves para un «escrito Kingniano», como lo llamaban sus seguidores. En él estaban escritas las palabras más usadas con frecuencia en su trayectoria desde 1974 (también de los libros anteriores a estos, claro) hasta el año 2000. También frases, sugerencias, y cómo no las preferencias del Maestro, como una pequeña fotografía de los Red Sox.De cuando en cuando King renovaba el panel y sus «ayudantes» copiaban de allí cuando necesitaban algo. También, tenían un pequeño diccionario de Inglés y otro de sinónimos.
El engaño, si así se puede llamar, comenzó cuando la carrera del grande se fue por la letrina: 19 de junio de 1999. BUM, PAM, CRASH. La maldita furgoneta de un tal Smith con su perro Bullet -que de allí saldría después Riding the Bullet, uno de sus últimos escritos completados- lo había atropellado violentamente y casi fue dado por muerto.
Se había recuperado bastante bien, trece años después, pero cada día antes de levantarse maldecía a Smith. Para su suerte, él había muerto el 21 de septiembre del año siguiente. En el propio cumpleaños del Maestro. ¿Era una coincidencia... o algo más? No lo sabía, pero quizá fue el mejor regalo que recibió en años.
El maldito le había quitado las ganas de escribir debido a los dolores que sufría, pero claro eso era sólo una excusa de a principios de siglo. Ahora se encontraba en perfecto estado y lúcido, pero nunca había podido volver a escribir semejantes novelas como It The Stand. Se daba el mérito de haber escrito Blockade Billy y las cuatro nouvelles de Full dark, no stars él solo -mientras los ayudantes de Santa trabajaban en nuevo material- pero la satisfacción de terminar grandes historias era sólo un lindo recuerdo.
Tabby sabía de esto, pero lo respetaba. ¿Qué más podía pedir? Tenían millones de dólares asegurados en bancos y algunas inversiones. Sin los escritos ella no podría costear sus prendas.
Si no puedes continuar escribiendo, pide ayuda.
Eso le había dicho ella. En términos generales y adecuados a la situación, significaba: intentar escribir cómodo, quizá en un sillón con una portátil o en la cama, tal vez asistir a talleres literarios o hasta incluso comenzar a relatar historias muy cortas como si fuera un principiante.
Pero maldición, no lo era. Era el gran Stephen King, el Maestro del Terror, seguido por millones de fanáticos desquiciados alrededor del mundo que compraban sus libros como si fueran barras de chocolates. Y para peor, el uso diario de Internet había arruinado por completo todo. Su nombre estaba en Wikipedia, en IMDb, sus libros se vendían a todo el mundo en páginas como Amazon o eBay, y no sólo eso, sino que la gente se agrupaba para hablar de él: foros, blogs, etcétera. Sin contar las innumerables páginas creadas sobre él en Facebook: Stephen King-writer, Stephen King's books y otras.
No podía decepcionar, no podía fallar y dejar escapar su más oscuro secreto. Había estado en la cima durante mucho tiempo como para caer al vacío.
¿Qué dirían sus hijos? ¿Qué diría Joe? (Su preferido, aunque nunca se lo había dicho.)
Dos días más tarde finalizó de leer el manuscrito.
Es bastante bueno, pensó. El mejor en años.
Le recordó un poco a su antiguo trabajo. Quiso leer más. Se dirigió hasta el sótano mientras comía una chocolatina y exigió nuevas páginas.
-No están impresas aún -respondió un tipo calvo y flacucho.
Stephen King chistó.
-Tienen la impresora y en el primer cajón de este escritorio las hojas. Ya saben dónde está todo, no entiendo porqué cada vez que vengo aquí les tengo que andar explicando todo. Trabajen y listo, mierda. ¿Cuántas páginas más han escrito?
-Hay cuarenta hojas nuevas -contestó una mujer gorda con el cabello grasoso.
Asintió con la cabeza y se limitó a permanecer en silencio. Era muy poco para dos días entre nueve personas. Él siempre les decía que escribieran diez por cada uno. Así, al final del día habría noventa.
Era un trabajo regalado.
-Cuarenta hojas -dijo por fin, rompiendo el momento incómodo-. Cuarenta hojas de porquería en un par de días. ¿Para qué les pago, díganme? ¿Eh? ¿Nadie?
-Pero señor King...
-No me interrumpas cuando hablo, cretino. A...
-Lo siento.
El Maestro lo miró con detenimiento. ¿Qué parte de no interrumpir no había entendido el estúpido?
-He terminado de leer lo que han estado escribiendo estos días. Me parece un libro bastante bueno. Veo que David metió el acelerador a fondo... -Le dedicó una sonrisa-. Sin embargo, creo que para esta novela hay que hacer un final extraordinario. Por años mi público se ha quejado de mis terminaciones. Las llaman «repentinas» o, sin rodeos, «horribles». Quieren algo bueno. Quieren leer buen material y terminarlo como se debe. -Hizo una pausa mientras caminaba entre las personas-. David escribirá ese final él solo. La idea la daré yo y ustedes podrán agregar detalles e ideas para culminar esta novela en un cierre adecuado. No pensaré en otra cosa estos días.
Caminó hasta el escritorio nuevamente.
-¿Y qué hay de Dr. Sleep? Ya hemos terminado con la revisión...
-Sí, ya sé, ya sé. Del cuarto. Ahora me toca a mí leer todo de una sentada y darle los últimos retoques. Ahora, pónganse a trabajar con la impresora y las pocas hojas que han hecho y luego cada uno se irá a casa con un fajo de billetes en el bolsillo y todos felices. ¿Qué dicen?
Comenzaron a trabajar de inmediato. Cuando Stephen se acercó a la puerta, volteó y dijo:
-Ah, lo olvidaba. ¿Viajero del tiempo? ¿En serio?
Negó con la cabeza, como si estuviera enfurecido. No lo estaba, pero ese día se había levantado de malas.
-¿Acaso no han leído On Writing? ¿Qué dije yo de los títulos...?
-Que deben ser interesantes y no deben revelar demasiado -explicó David-. Está casi al final, tomando como ejemplo al relato 1408.
David, David, David... siempre el interesante e inteligente potrillo.
-¿Por qué rayos entonces le han puesto un título de mierda?
Todos permanecieron callados.
-Opto por 11/22/63 -dijo con alegría-. Así se titulará mi nueva novela sobre el presidente John F. Kennedy. ¿Alguien tiene alguna mejor idea?
Negaron con la cabeza.
-Bien. Impriman el nuevo título también, no lo olviden. Ah, y mi hijo Owen vendrá de visita mañana así que los quiero a todos fuera. Son las... ocho y veinte de la mañana. Tienen tiempo de hacer lo que les dije y a casa.
Salió del sótano con un portazo.
Todavía dentro, los «servidores» habían comenzado a seguir las órdenes. La mayoría eran aspirantes a escritores que habían fracasado y las editoriales no querían invertir en ellos. Pero, haciendo lo que les gustaba -aunque no de la forma convencional- y ganando buen dinero, era un negocio justo.
Bebió algo de café que había sobrado de la mañana anterior, en el silencio de la cocina. Mirando por la ventana pensaba cuándo su vida se había convertido en esa porquería. Recordó con añoranza escribir Wizard and Glass, su última novela escrita completamente por él en un ordenador y sin la ayuda de nadie. Después le había seguido Hearts in Atlantis, que eran novelas cortas. En el año 2000 le había seguido Riding the Bullet, que a penas eran unas veinte páginas. También The girl who loved Tom Gordon, la cual tanto Owen como Joe lo habían ayudado a relatar mientras él gemía del dolor en sus piernas.
Para el año 2001 había salido a la luz Dreamcatcher, supuestamente escrito a mano.
Incrédulos.
En realidad la historia la había escrito un tal Richard Bachman, muchos años atrás en 1987, luego de finalizar It en 1986. The Eyes of the Dragon yThe Dark Tower: The Drawing of the Three eran dos libros más que también escribió en ese año. Dreamcatcher, originalmente titulada Cancer, le había parecido una mierda y nunca la publicó hasta el siglo XXI.
En una entrevista había mostrado un gran cuaderno escrito a mano donde aparentemente había escrito la novela, pero no eran más que meras anotaciones. Después de todo, ¿qué iba a saber el entrevistador de él?
Black House la escribió junto a su amigo Peter Straub, el cual fue un trabajo bastante bueno.
Un día de verano, hurgando entre cajones viejos, halló un escrito que había olvidado por completo, titulado A Cadillac. Lo reescribió agregando frases y ese tipo de cosas. From a Buick 8 salió al mercado.
Everything's eventual fue buscar relatos que había escrito anteriormente y juntarlos en un sólo archivo de Microsoft Word. Después lo envió a su editor y fin de la historia. Lo mismo ocurriría luego, con Just after Sunset.
Para el año 2002 supo que debía finalizar The Dark Tower después de todo. Comenzó a escribir Wolves of the Calla, pero más tarde recordó que antes de su accidente había escrito unas 300 páginas de la quinta parte de su única saga literaria.
Lo buscó y lo encontró. No pudo continuarlo, pero sí un joven llamado David Jones. En ese entonces lo había conocido en una firma de autógrafos y King lo contrató dos meses más tarde.
Pero Jones no volvió para la sexta parte. Song of Susannah fue escrito por otra persona. Es tal vez por eso que muchos de los leales admiten que es el libro más flojo de los siete. Stephen lo despidió y volvió a contratar a David, por más dinero.
Él aceptó encantado. Escribieron el séptimo libro juntos, tal como lo había hecho con Straub. Era más llevadero hacerlo de esa manera. Pensó en colocar el nombre de Jones también en la portada, pero sería algo estúpido. ¿Quién era David Francis Jones? Un Don Nadie, nada comparado a Stephen E. King.
Y así comenzó el engaño. Habían transcurrido muchos años pero no sentía remordimiento alguno.
Dos semanas más tarde, el final de 11/22/63 estaba escrito.
King lo leyó de una sentada y quedó encantado. Escribió a lápiz correcciones, como en los viejos tiempos, y luego releyó el manuscrito corregido nuevamente. Para ese entonces Tabby ya había vuelto a casa y ella también le dio una mirada. Tres días después lo terminó y sugirió agregar algunos detalles. Ésta vez, por ser recomendación de su esposa, el propio Maestro se sentó frente al ordenador y los agregó.
Lo llamó Chuck, su editor. Stephen King le envió el nuevo material y él quedó encantado.
La vida era demasiado buena y ya se preparaba para continuar con la farsa con un libro más.
La vida era una rueda que ningún hombre podía parar durante mucho tiempoY siempreal finalvolvía a girar.

FIN


Nota final:

Este relato es completamente ficticio y fue hecho a base de un rumor muy estúpido, sin intensión de ofender a nadie que sea fanático de Stephen King. Es tan sólo simple imaginación para divertir a los lectores y conocer un lado -aunque falso, por supuesto- del Maestro del Terror. Espero no haber molestado a nadie, no es mi intensión hacerlo.

3 comentarios:

  1. Lindo relato Nico! Muy entretenido, y de facil lectura :)
    Felicidades! Cami.

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  2. Muy bueno, Nico.
    Todas las particularidades de la vida real del Maestro llevadas bajo tus letras a un mundo de fantasía genial.
    ¡Felicitaciones!
    Saludos.

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  3. Atrevido y divertido relato. Me gustó y me entretuvo imaginarme a King como un protestón escritor farsante.
    ¡Saludos!

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