miércoles, 13 de junio de 2012

Cápsula del tiempo

Por Norma Villanueva.


El timbre resonó fuerte en toda la casa.
— ¿Quién es?—dijo una voz por medio del intercomunicador.
—Tengo un paquete para  Galatea VillaGrande.
—Puede dejarlo en el espacio para los paquetes, está a su derecha.
—No puedo dejarlo ahí, tengo instrucciones de entregarlo en las manos de ella—dijo en tono preocupado.

Galatea dejó el pincel en un vasito con agua, limpió sus manos y bajo un poco molesta hacia la puerta principal.
—Coloque su mano en el lector de huellas digitales, por favor—se escucho de nuevo por el intercomunicador.

“Joaquim Roviero, Abogado” apareció en un pequeño monitor. Una expresión de sorpresa se dibujó en la cara de Galatea. ¿Qué haría un abogado en la puerta de casa?

— ¿Galatea VillaGrande?, tengo este paquete para ella—dijo el abogado mientras se acomodaba  el cabello.
—Soy yo, pase adelante.
Se dirigieron hacia una gran sala. Todo estaba en orden y en silencio, o por lo menos en la primera planta de la casa. Se sentaron uno frente al otro; Joaquim puso delicadamente el paquete en una mesita de vidrio y mármol. De su maletín saco un folder y empezó a darle lectura. Galatea simplemente no prestaba atención, su curiosidad podía más que la atención que debía de prestar.
— ¿Escuchó todo? ¿Tiene alguna duda? — preguntó Roviero
— ¿Lo puedo abrir ya?
—Sí, creo que no hay problema.
Quitó la envoltura de papel y dejo al descubierto una vieja caja de madera con la tapa corrediza. Al deslizarla quedo al descubierto un sobre que tapaba toda la superficie. Los dos se miraron extrañados. Galatea lo abrió mientras su curiosidad aumentaba.
—Es una carta de mi bisabuela—dijo en un tono casi ceremonial.
— ¿Carta?—preguntó extrañado—. Hace más de 100 años que nadie manda “cartas”, todo es más fácil con los video-mails.
—Creo que mi bisabuela no conoció eso—dijo en un tono irónico.
En la caja había un poco más de cien artículos, quizá sin valor, aún no lo sabía.
— ¿Qué dice la carta?—pregunto el abogado.
Galatea lo miró extrañada, pues la carta era para ella
—Solo es para que quede en el registro, usted sabe, aspectos legales.

“Querida  bisnieta:
Espero que estés bien… bla bla bla, y todas esas cosas que la gente escribe en un carta.
Creo que te vi en pocas ocasiones o quizá no te conocí, la verdad escribí esto aun antes de mis hijos nacieran.
He dejado estas cosas, de mi época para que conozcas como vivíamos en el año 2011. Quiero creer que estábamos avanzados tecnológicamente y teníamos buenas cosas y no pienses que vivíamos en la edad de piedra. Y también espero que en el año que recibas esto la tecnología este aun mejor y la raza humana siempre exista. Espero que disfrutes las cosas que van en la caja, y que adivines para que eran usadas. Y si no, pues búscalo en Google.
Lamento si en esta carta no encuentras respuestas sabias a las grandes preguntas de la vida, ni palabras de una experimentada anciana… tan solo tengo veintidós años. Espero haberte sorprendido con esto.
Atte. Tu bisabuela”

— ¿Google?—preguntó extrañada.
 En la caja había diskettes, videos formato VHS, DVD. Pero lo más familiar para ella eran las Memorias USB, IPODs, pero aun así eran objetos tecnológicamente desfasados.
—Ahora todo esto está en nuestros chips—dijo casi orgulloso—ya no cargamos con nada, ni cámaras, ni laptops, todo está acá—señalando una pequeña cicatriz en su brazo derecho. 

La bisabuela de Galatea se hubiera asombrado al ver que con pequeñas y realmente sencillas actualizaciones a ese chip, tu cerebro se convierte en un pequeño proyector que te muestra vívidamente recuerdos, fotografías, reproduce música sin necesidad de audífonos. Todo eso y más, dentro de tu cabeza.

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