Ritual
Tomó la daga entre sus manos y con pulso firme lo corto.
—¡Esté es mi destino y mi maldición! —dijo con una monstruosa sonrisa en
el rostro.
Corazón
Los lloros cayeron, en verdad sentía amor. Nadie creía que albergaría
tales sentimientos. Pero ya no podía dar marcha atrás, él está muerto.
Retorcido
—Ríe hija mía —dijo el reverendo—. Ya comienza el rito.
—No hay porque reír, no me es gracioso que a alguien le metan una piña por el culo.
—No hay porque reír, no me es gracioso que a alguien le metan una piña por el culo.
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