sábado, 10 de noviembre de 2012

REVANCHA

Por George Valencia.

Basado en Venganza de Paris Legaz

                                                               Los sesos esparcidos en el suelo le hicieron cagarse. 
                                                               Olor a humo y sangre. Su última visión, 
                                                               un hombre llorando antes de jalar del gatillo.



Había experimentado un temor supersticioso por lo que pudiera acontecer después, pero jamás imaginó lo que ocurrió.
Lo primero fue la increíble cantidad de sesos desparramados que se esparcieron como un caldo blanquecino. Luego vino la sangre, una mancha roja bajo el cuerpo desplomado. Y por último el olor a pólvora, que inundó las fosas nasales de César en una vaharada tan penetrante que le lagrimearon los ojos.
Paradójicamente, esto último fue lo que más le impresionó. Había previsto la desagradable carnicería, pero nunca antes había disparado un arma, y no contaba con el pestilente hedor que sucedió al disparo. De hecho, pensaba estar muy lejos a esa altura, pero las cosas habían tomado un giro imprevisto.


Ella había sido la culpable. Ella se lo había buscado.
César trató de evitarlo, pero se hallaba ante una situación que había llegado a su límite. Uno muy jodido.
A veces la vida es un maldito callejón sin salida.
La amaba, y mucho, y le había dado todo, pero al final ella había decidido que lo mejor era la separación. Una separación definitiva, de raíz. Encima tenía el cinismo de decir que era por su bien. Sí, cómo no, pensaría más tarde cuando se enteró de que llevaba un par de meses saliendo con alguien. Un estúpido con muchos músculos y poco cerebro.
Cómo le había dolido eso, por Dios. Nunca pensó que sufriría tanto. Pero ahora ella tendría lo que se había buscado. Sí, señor.


Así que compró el arma, y aprendió algunas bases para su uso observando un video en internet. Nada complicado. La madre de César solía decir que su hijo aprendía rápido, aunque a falta de tiempo y de un lugar para practicar, solo cuando llegara el momento decisivo sabría qué tan efectivo había sido su aprendizaje.
Se moría por ver la cara aterrada que pondría ella.
Se dirigió a la habitación que solían compartir juntos, abrió la puerta, entró y disparó.
Sesos desparramados, sangre por doquier… Una escena desagradable, sí. Y ni hablar del olor a pólvora.
Pero lo peor era que su temor se había materializado.
Sabía que nunca iría al cielo, pero ver su propio cuerpo tirado en el piso segundos después de haber disparado le hizo tomar consciencia de que tampoco iría al infierno.
Un alma en pena, errante.
Lo que tanto temía…
…Aunque al menos podría verle la cara a ella después de todo…

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