sábado, 10 de noviembre de 2012

Iré por ti

Por José Luis "Pepe" Martinez.

Basado en QEPD de Perdón Camila

                                                                             Deseó ver a su amada solo una vez más. 
                                                                            Sonó su celular, era su voz. Le dijo: “Voy por ti”. 
                                                                            Minutos más tarde escuchó sus rasguños en la puerta.



Scrash… scrash… scrash.



Sonó su celular, era su voz.

—Prometiste que estaríamos juntos para siempre, ahora veo que todo fue un error —le dijo la chica sollozando—. No debió pasar, se que eres inteligente y me podrás olvidar —los rasguños en la puerta fueron su despedida.
—Voy por ti —contestó el hombre, era demasiado tarde.

Agradeció a las nubes de tormenta que cubrieron la luna llena. La oscuridad fue su aliada. Se paró frente a la tumba y dejó caer la punta de la pala que rompió la tierra. En ese mismo instante un relámpago pinto el cielo, la llovizna comenzó a caer, tenía que darse prisa. El deseo de ver a su amada una vez más bien merecía cubrirse de barro y podredumbre. Los tres metros de arcilla que lo separaban del cajón fueron superados sin dificultades, con manos temblorosas acarició la tapa del ataúd, dentro descansaban los restos de su amor.

—¡Puedo escucharla bajo tierra! —gritó temblando.
—Tranquilo, ya hemos hablado de esto, no hay nada. Son alucinaciones.
—¡La defraude! ¡Llegue tarde! Si hubiera…
—Toma tus medicamentos.
—No necesito más medicinas.
—Te relajaran —contestó su colega.
—Solo hay una forma en que se vayan esos malditos sonidos —sentenció.

Descendió del coche tiritando, el lodo escurrió por las perneras de sus elegantes pantalones blancos, caminó con poca elegancia hacía el maletero y lo abrió. En su interior tenia los restos y en su laboratorio los objetos faltantes para consumar su obra. Con total respeto colocó el cuerpo sobre la fría plancha de acero y comenzó a cortar delicadamente con el escalpelo. No había sangre; la funeraria había hecho un buen trabajo en la mortaja.

—Pronto nos reuniremos nuevamente —dijo al cadáver de su novia.

La tormenta eléctrica arreció entrada la madrugada, cada relámpago iluminaba la sala de operaciones dejando ver la tétrica escena. Él sabía que lo perdería todo, su brillante carrera de cirujano se esfumaría cuándo vieran el resultado de este trabajo. Pero no le importaba, cada puntada que era dolorosa pero ya no podía parar. 


A la mañana siguiente las enfermeras lo encontraron agonizante, delirando con una sonrisa maniática en el rostro, en su nuevo rostro.


—¡He cumplido mi promesa! —vociferó ante la concurrida sala—. ¡Ahora se irán!, ¡tienen que irse! Ahora estamos unidos y nada, ni nadie podrá separarnos.

Scrash…scrash... scrash.

Escuchó cuando se cerró la puerta del coche patrulla que se lo llevó.





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