lunes, 24 de diciembre de 2012

Un lugar para recordar


Navidad Blanca Navidad


Oh Blanca Navidad,
sueño y con la nieve alrededor,
blanca es mi primera
y es mensajera de paz y de puro amor

Oh Blanca Navidad, nieve
un blanco sueño y un cantar
Recordar tu infancia podrás
al llegar la blanca navidad.

Oh Blanca Navidad, sueño
y con la nieve alrededor,
blanca es mi primera
y es mensajera de paz y de puro amor.

Oh Blanca Navidad, nieve
un blanco sueño y un cantar,
recordar tu infancia podrás
al llegar la blanca navidad.

Por Gean Rossi


La nieve empieza a caer, las canciones navideñas se escuchan en los hogares, oh blanca navidad, pareciera que cada vez llegaras más rápido.

Hola amigo, ¿Me recuerdas? ¡Vamos amigo busca la pelota, búscala!

Y aquí me encuentro otra vez, con la nieve cayendo sobre mí, como todos los años.

Es bonito poder recordar a un ser amado, dicen que los perros son los mejores amigos del hombre, y déjenme decirles que tienen toda la razón al decirlo. Billy no era un perro más de esos que tienen las personas, ya sea para el entretenimiento de sus hijos, para sentirse acompañados o solo porque les gusta tener una mascota. Billy era especial, más que un perro, mi mejor amigo, mi único amigo de hecho. Ese animal era la única familia que tenía, mi madre pasaba todo el día trabajando y mi padre murió cuando apenas tenía cuatro años así que no recuerdo mucho de él, lo que me dejaba solo todo el día con Billy.

Jaja lo sé amigo, te gusta que te acaricie, tranquilo siéntate aquí conmigo.

Ver a los niños correteando por ahí, divirtiéndose con sus amigos, me recuerda tanto a mi infancia, sólo que yo no tuve más amigos que tú, mi timidez no me lo permitía, además, contigo me bastaba, no necesitaba a nadie más. Pero lo que más me recuerda a mi infancia es la navidad. Recuerdo cuando te lanzaba la pelota y tu muy contento ibas a buscarla, pero nunca la traías de vuelta.

Sí, te ríes verdad, porque sabes que es cierto. Cada año que te vuelvo a ver aquí jugamos y reímos, pero este año quiero hablar, quiero recordar aquel día frío en el que me salvaste la vida y cómo tres días después falleciste, una historia triste no, pero a ver si mi memoria no me falla.

15 de diciembre de 1936, a poco yo tenía trece años, recuerdo que estábamos jugando en el bosque de más allá de la casa de los Simonds, la estábamos pasando genial como siempre, y yo lanzándote la pelota a ver si algún día en la vida la ibas a traer de vuelta, todo era risas y diversión hasta que tropecé con una rama y me rompí una pierna. No me podía mover, recuerdo tus ojos, tu mirada preocupada, la oscuridad se avecinaba y la navidad estaba cerca, lo que traía consigo noches más frías de lo habitual.

Pasaban los minutos, las horas, el tiempo se me hacía eterno y nadie se nos cruzaba para darnos una mano, y volví a mirarte, con tus ojos lagrimosos y tu mirada desesperada me decían que harías algo y así fue, me tomaste por una manga y me arrastraste con todas tus fuerzas hacia la calle más cercana. Sabía que estabas cansado y eras un perro ya un poco viejo, tu energía no era lo mejor pero aun así lo intentaste, y lo lograste. Lograste arrastrarme a la calle más cercana donde me vio una mujer en una camioneta, la mujer muy preocupada se detuvo y nos subió a su auto en donde nos llevó al hospital más cercano. Lo que hiciste fue heroico, único, me salvaste la vida, pero te sacrificaste por mí, sabías que no podías aguantar arrastrarme tanto, y  aun así lo intentaste. Ya me estoy desviando de la historia por mi sentimentalismo. Bueno sigamos. Llegamos al hospital me pusieron un yeso el cual mi madre notó una semana después, puesto que siempre que llegaba a la casa yo me hallaba durmiendo con una sábana que me tapaba la pierna, la mujer de la camioneta se hizo pasar por mi madre ya que mi verdadera mamá estaba trabajando como cosa rara. Pasaron tres días, tres días en los que no querías jugar, no querías hacer nada, ya no te quedaba mucho tiempo, lo noté, sabía que estabas cansado y al final llegaste al mismo camino al que vamos todos, la muerte. 

Cómo lloré sabes, lloré y pataleé. No es fácil perder a alguien que amas y mucho menos si ése alguien es el único amigo que tienes. Me sentía solo, no hablaba con nadie, llegué a pensar en suicidarme para estar contigo otra vez, qué locura. Y de cómo estamos aquí, pues eso fue algo mágico que hiciste, no sé qué, recuerdo estar en mi cama, llorando, y en mi mano tenía la pelota con la cual jugábamos y la tiré contra la pared, cerré los ojos y noté que la pelota nunca cayó. Ahí estabas tú, con tus relucientes ojos y la pelota en la boca, un resplandor emanaba de tu cuerpo, giraste tu cabeza como apuntando a la ventana y desapareciste, al asomarme te vi allá abajo, junto a la calle con la pelota en la boca, esperando a que yo bajara, pudiera decir, que todas las emociones existentes se apoderaron de mí en ese momento. Salí tan rápido de mi casa como mi juventud me lo permitió y fui tras de ti, tú corrías y corrías siempre con la pelota en la boca, no sabía a donde me dirigías pero aun así te seguí, estábamos en la pradera donde te enterré, ya bastante lejos de casa, te detuviste sobre tu tumba y desapareciste, me acerqué y vi allí tu pelota sobre un papel, era un fragmento de un villancico, nuestro villancico favorito, el que te ponía a ladrar como nunca:


Oh Blanca Navidad, nieve
un blanco sueño y un cantar
Recordar tu infancia podrás
al llegar la blanca navidad.

               

Volteé y ahí estabas tú, desde pequeño siempre te hablé, bueno aún lo hago, nunca tuve la esperanza de que me respondieras, pero ese día, juro que escuché tu voz, un susurro en mi oído, una voz hermosa que me dijo: Cuando los primeros copos de nieve caigan del cielo y los villancicos se oigan por todo el pueblo, ven a buscarme y tu infancia recordarás.
Y eso hice. Al año siguiente, el primer día que nevó fui a buscarte, no te veía en ningún lado, empecé a perder las esperanzas estaba ya a punto de irme cuando apareciste con tu sonrisa y tu cola moviéndose de aquí para allá. Sentía como caían las lágrimas de mis ojos, lágrimas de felicidad. Otra vez juntos, pensé. Y así hemos seguido año tras año, recordando, como si fuésemos tan solo niños.

Y aquí estamos otra vez amigo. Otro año más, otra navidad más recordando como si fuese la primera vez, todo lo que vivimos. ¡Ya! Deja de lamerme la cara sabes que nunca me gustó, no puedo creer que te gusten mis arrugas, ochenta y cuatro años y aún seguimos juntos, quién lo diría.

Oh mira que ya es tarde, lamentablemente me tengo que ir, fue hermoso haberte visto otra vez, y usar este día para recordar todo lo que vivimos. ¡Hasta el próximo año amigo! Que tengas una feliz navidad.


Fin.



           
            

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