viernes, 1 de marzo de 2013

El viaje

Por Luis Seijas.


Estaban sentados alrededor de la fogata cuando Rubén se acercó y pidió un lugar para sentarse. Se disponía a hablar y recordó que estaba en un lugar nuevo, con personas y costumbres nuevas. Pidió la palabra aplaudiendo una vez y tocándose suavemente la garganta con su mano derecha.
—¿Quieren saber mi historia? —Vio de izquierda a derecha y encontró con que todos los rostros lo animaban a continuar—. Muy bien, les advierto que ni yo mismo lo entiendo.
Los sabios murmuraron unos con otros, pero la curiosidad -tanto por la historia como por la apariencia del forastero- era mas fuerte que ellos.
—No es cuestión que entiendas o no, si aún quieres formar  parte de esta familia y ganarte nuestro respeto y confianza, cuéntanos —dijo Mentor, el sabio mayor, levantando su cayado—. Y haz has tu mayor esfuerzo porque si no… te corresponde el exilio.
Rubén se aclaró la garganta y continuó:
—Voy a empezar por decirles que el día en que el mundo dejó de ser mundo, yo estaba y no estaba en él.
—¡Imposible! —alzó la voz mildro el mas joven del círculo, sus ojos brillaban de envidia—. Sólo los dioses pueden hacer algo asi.
Mentor le lanzó una mirada de reproche fugaz.
—Disculpe usted al joven — dijo bajando la mirada.         
Rubén se sintió con mas confianza. Para ¿inventar?... No. Decidió decir su verdad, aunque pareciera imposible, aunque ellos no le creyeran y lo mandaran de igual forma al exilio por lo inverosímil de su historia.
Mi verdad, es media verdad cuando llega a tus oídos —pensó—.
Empezó a narrar cómo habían sucedido las cosas y aunque había partes del relato que iban a quedar en blanco, se armó de valor y empezó:
—Como dije, cuando aconteció todo yo estaba y no estaba presente. En mi mundo hay un lugar especial en el mar al que llamamos “El Triángulo de las Bermudas”. —Dibujó la forma en la arena para hacerse entender mejor—.
—¿Naciste allí? —escuchó que alguien preguntó.
Rubén no supo quién. Sin darse cuenta, había empezado su relato con la mirada fija en la forma geométrica recién dibujada en la arena. Alzó la vista, vio a su alrededor y se prometió no levantar mas la mirada hasta no culminar su historia.
—No nací en ese lugar, llegué allí de la misma forma desconocida como lo hice aquí. En esos tiempos, la mano del hombre estaba exterminando toda la vida en la Tierra. Talaban las selvas vírgenes, alteraban los cursos de agua de los ríos, envenenaban al mar.
Hasta que un día, el planeta se cansó de todos los malos tratos y utilizó su fuego para liberar. El fuego tiene un efecto purificador.
—Sí, te entendemos forastero. Para limpiar nuestras tierras le prendemos fuego ceremonial y observamos como va cobrando vida, al pasearse por nuestros sembradíos — intervino de nuevo Mentor.
A Rubén le agrado la idea que al menos en ese momento tuviesen algo en común.
Sucedió hace mucho tiempo, aunque en honor a la verdad el tiempo ya no era lo mismo para él. Desde el día en que se enteró que el planeta – su planeta- se estaba desintegrando y desapareciendo.
Los volcanes, desde los activos hasta los inactivos, hicieron erupción casi al unísono. Una capa de ceniza fue cubriendo el planeta, sumergiéndolo en una oscuridad espesa. Los rayos de sol ya no alimentaban a la tierra, ni a sus selvas. El calor tostaba hasta la vista.
—¿Y si todo estaba asi de caótico, como es que tu sobreviviste forastero?
—Simple, ¿recuerdan que les comenté sobre el lugar especial? —señaló hacia el dibujo en la arena.
—Sí, lo recordamos. Triángulo de las Bermudas se llamaba.
—Exacto, mi estimado Mentor.
Sobrevivió porque todos los “desaparecidos” que, a lo largo de los años, intentaron atravesar ese triángulo, fueron llamados a repoblar la tierra luego que se presentara el comando de limpieza.
—Pero si era tan aislado como nos los haces ver, forastero. ¿Qué hiciste para saber lo que estaba pasando en las afueras de ese “lugar Especial”?
—Una de las bondades que ser ecologista es que siempre ves la manera de transformar lo que contamina por algo no contaminante. Y así inventé un panel solar que alimentaba al sistema de energía del yate. Con esa energía limpia generándose en mi embarcación, pude escuchar en todas las frecuencias de radio que el fin del mundo estaba llegando.  
  

  







— qué es el paraíso?— dijo mejor, el sabio mas viejo—. Creo que saber a qué te refieres, pero explicate para que podamos transmitir tu información.
— un paraíso es un lugar donde no te tienes que preocupar mas de la cuenta. De hecho, mas te ocupas que pre ocupas.
— Dinos mas, tenemos muchas preguntas te las haremos luego que nos cuentes de cómo terminó todo.
— entiendo.
— no se decirles cuando comenzo, porque de una cosa si estoy seguro es de que el final que tuvimos fué orquestado — conciente o inconcientemente— por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario