lunes, 27 de octubre de 2014

El Gran Acnegronio

Por Muriel Menéndez.

En el país de Ooo, un niño humano de 12 años llamado Finn, y un perro mágico amarillo con dos ojos negros como la noche, llamado Jake, paseaban por el bosque de la negrura.
La noche era negra, exageradamente negra, ¿y a qué era debida tanta oscuridad? Pues muy sencillo, el bosque de la negrura era un bosque formado por arboles raquíticos, ningún árbol tenia hojas, era un bosque de hojas perennemente caducas, con lo cual una vez caía la noche, un manto de negrura muy oscura se apoderaba del bosque de la negrura.
Mientras caminaban, Finn iba pensando que ojalá el bosque de la negrura fuera un poco menos oscuro; quizás como boca de lobo.
Caminaba a paso normal, la noche era…
- ¡Aaaayyy!, me has pisado el dedo mediano Jake, a ver si vemos por dónde vamos. - dijo Finn mientras se besaba el dedo mediano del pie.
- Lo siento mucho Finn, pero aquí precisamente, en este bosque, es imposible ver más allá de mi propio aliento. - se excusó el perro amarillo. Mientras caminaban sin rumbo, y sin dirección, Jake cayó en la cuenta y dijo:
- Oye Finn, tengo una solución a nuestro problema.
- Pues no sé dónde estará la solución, yo lo veo todo muy negro. - se quejó el niño con los ojos abiertos de par en par y sin ver nada.

Una luz iridiscente fue creciendo y dando forma alrededor de los dos amigos, Finn levantó la vista y vio un faro de forma amarillenta que le recordaba mogollón a Jake el perro.
- ¡Colegui, esto es lo más matemático! - exclamó Finn.

Ahora que se podía ver bien toda la oscuridad del bosque de la negrura, Jake y Finn pasearon más aprisa; o todo lo rápido que podía correr un faro. Y lo más importante: sin tropezarse con ellos mismos.
Ese bosque era uno de sus favoritos, ya que siempre encontraban a alguien a quien ayudar, algo que buscar, algo sobre lo que investigar. Estaban aburridos cuando decidieron regresar al bosque de la negrura. Y esta vez no fue distinto.



Junto a un grupo de setas explosivas que lanzaban chispas y colores, pudieron ver el lazo rosa que la Princesa Chicle le solía poner a su Arcounicornio.
- Finn, ¡mira! - Jake cogió el lazo y se lo mostró a Finn.
- ¿Qué hará el lazo de Arcounicornio aquí? Si la Princesa Chicle pasara por aquí, no podría ver dentro de este bosque a menos que …
- ¿A menos que qué Finn?
- A menos que pase con alguien que sí pueda ver.
- Pero Finn, la Princesa Chicle no conoce a nadie que pueda, ni nosotros. ¿Quizás haya venido secuestrada por nuestro archienemigo el Rey de Hielo? Ese se las conoce todas para pasar por cualquier lugar oscuro. Y ten en cuenta que aquí nunca da el sol. Es un buen sitio para mantenerse frío.
- Ahora que lo dices Jake, parece que los árboles de esta zona están llenos de estalactitas.
- ¡Es verdad Finn!
- Lo cual me recuerda a… ¿Sabes qué hora es?
- ¡¡HORA DE AVENTURAS!! - dijeron los dos al unísono.

(Mientras el Opening pasaba por encima de sus cabezas, Jake y Finn cogieron el primer tren rápido que pasó por allí para llegar al Reino del Hielo, y empezar el capítulo.)
Al salir del tren quedaron perplejos al notar que la nieve, que por lo general era fría y mojada, ahora era de un blanco amarillo y pegajoso.
- Buaghhh, esto es asqueroso. ¿Qué ha pasado aquí? - preguntó Finn que apenas podía andar entre semejante mejunje.
- Monta Finn, avanzaremos más rápidos. - se ofreció el perro.

Jake el perro fue montado por su mejor amigo Finn. Y entonces Jake hizo crecer sus patas para poder dar grandes pasos y así llegar hasta el castillo.
Cuanto más cerca del castillo estaban, más podían alcanzar a escuchar una voz maligna que se reía con muchísima maldad, era un gran: “¡MUAHAHAHA!” de ultravillano malísimo. Mucho más cruel que las risas malignas del Rey del Hielo.
- Jake.
- Dime Finn.
- ¿Escuchas esa risa tan maliciosamente malvada?



- Claro que la escucho Finn. Pero, ¿de quién es? No parece la típica risita del Rey del Hielo.
- Mucho me temo querido amigo, que esta vez nos enfrentamos ante un nuevo villano. Y por la risa que tiene diría que es muy malo maloso.

Por fin llegaron ante el castillo, y los recibió una gran bola de mejunje apestoso, blanco amarillento y pegajoso, que los tiró al suelo. Miraron hacia el castillo y en su balcón principal había dos jaulas. Una de hielo en la que estaba encerrada la Princesa Chicle, y otra hecha de ese mejunje asqueroso en la que estaba encarcelado… no, no podía ser, pero si, si que estaba encarcelado: ¡El Rey del Hielo! Jake y Finn se quedaron atonitostados observando las dos jaulas y la gran bestia que había entre ambas. Era una gran bola de carne roja con boquetes, por los que supuraba el mejunje. No podían reconocer de quién se trataba hasta que por fin, al ver salir con gran presión por uno de sus orificios un chorro blanco amarillento hacia ellos, Jake calló en la cuenta.
- ¡Finn corre!
- ¿Quién es Jake? No puedo correr, tenemos que rescatarlos.
- Es el Gran Acnegronio, Finn.
- Pero Jake, tenía entendido que el Gran Acnegronio no era sino más que “el coco” en el reino de las espinillas, no es real, y si lo fuera, no comprendo cómo es tan grande. Mira Jake, ocupa casi todo el balcón.
- El Gran Acnegronio es real. Ocurre que con las chuches de la Princesa se puede hacer más y más grande. Tanto dulce lo retroalimenta.
- Y entonces, ¿para qué quiere al Rey del hielo? Él incluso estaría encantado de ayudarlo en tener retenida a la Princesa.
- Seguro que empezó así, Finn. Pero el frío no es bueno para él. Encogería.
- ¿Entonces tenemos que liberar al Rey del Hielo para conseguir rescatar a la Princesa?
- ¡Eureca!. La cuestión es, ¿cómo?

Jake y Finn se quedaron pensando, en medida de lo posible, mientras esquivaban más y más chorros de ese mejunje. Esta vez la aventura era realmente complicada.
- Finn, tengo una idea.
- Cuéntamela Jake. No pondré objeciones, lo juro. ¡No soporto esta pringue!
- Me convertiré en una gran onza de chocolate.
- ¿Y eso de qué nos servirá?



- El Gran Acnegronio no podrá resistir la tentación de intentar comerme. Y será entonces cuando tú ayudarás al Rey del Hielo.
- Pero Jake …
- Dijiste que no pondrías objeciones.
- Sí, pero… y si…
- Shh, piensa solo en la Princesa Chicle. Ella primero ante todo. Y el todo es la única manera. ¿Preparado Finn?
- Mmm, prepre, preparado Jake. Jake... pase lo que pase siempre serás mi amigo.
- Y tu el mío Finn. Pero es ¡LA HORA!

Y así, tras un grito al unísono diciendo “¡HORA DE AVENTURAS!, completaron el plan.
Jake se transformó en una onza de chocolate tan grande, que casi podría envolver al castillo. El Gran Acnegronio, mitad acné mitad grano, no pudo resistir la tentación y se tiró sobre Jake y empezó a lamerlo.
Mientras, Finn subió hasta el balcón y consiguió abrir la jaula donde estaba el Rey del Hielo. No sin antes hacerle jurar que dejaría libre, al menos ese día, a la Princesa Chicle.
El Rey del Hielo fue a buscar su corona que le daba todo el poder y comenzó a congelar de nuevo todo su reinado. Y por supuesto, consiguió congelar al ultravillano.
La Princesa Chicle llamó a su Arcounicornio que no había sido apresado y se fueron juntos al país de la chuchería. Lanzándoles mil besos a Jake y Finn.
El Gran Acnegronio se encontraba congelado por fin dentro de un gran cubo de hielo propio para su tamaño. Aún así, los amigos no se quedaban tranquilos. Bastaría un poco de calor fuera de lo habitual para derretir el cubo y que así fuera liberado de nuevo.
Los dos amigos le dijeron al Rey del Hielo que construyera una gran bañera y la llenara con alcohol. Y Allí echaron el cubo con el ultravillano en su interior. Así, si llegara a derretirse, el alcohol lo secaría instantáneamente.
Y ahora sí. Finn y Jake volvieron a pasear y llegar hasta la parada del tren más rápido para llegar a un nuevo episodio lleno de aventuras.


– FIN –


Consigna: escribir un relato basado en el reconocido dibujo animado «Hora de aventura».


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