lunes, 2 de noviembre de 2015

El hombre de pelo azul.


Seudónimo: Shaady.
Autora: Calista Manriquez.


La orden fue sencilla, te casas con él porque yo lo ordeno.
Para una muchacha cuya vida siempre fue obedecer las órdenes de su ambicioso padre acatar no fue problema. Simplemente murmuro un sí y se sentó a esperar a que su futuro esposo se presentara.
Era hermosa, piel clara, cabello rojizo, ojos verdes y labios rosas. Otros antes habían visto que era bella y otros antes habían hablado a su padre sobre pedirla en matrimonio pero ninguno cumplía con los estándares de su ambición. No, si ella se vendía lo haría al mejor postor. Su padre era un comerciante que se fue enriqueciendo a punta de esfuerzo y buenas ideas y que, según él, necesitaba unos cuantos ceros mas para engrosar su billetera hasta el punto en que se sintiera satisfecho con su vida; para eso eligió a la mujer más bella que el dinero podía comprar decidido a convertir a sus hijas en objeto de intercambio para hombres adinerados que necesitaran una nueva joya en sus aburridas mansiones y bien que le había resultado el negocio.
La mayor viajo a algún país de Europa donde su esposo producía dinero a raudales con la compra y venta de terrenos a desahuciados y nuevos ricos en los países cuya economía distaba bastante de estar bien. Aunque al buen padre poco le importaba de donde venia el dinero con tal de que pagaran bien por la sangre de su sangre; la del medio, un destino parecido, solo que esta vez un magnate del petróleo en medio oriente pago una buena suma por las mejillas sonrojadas y los hermosos ojos azules de una chiquilla que apenas poco tiempo atrás despertara llorando porque la sangre de su vientre ensuciaba sus lujosas sabanas de seda blanca por primera vez. Una joya en pleno esplendor que aumento en varios millones el patrimonio familiar.
Fue poco después de eso que apareció el hombre de pelo azul. Sin decir nada pago lo que le pidieron por una de las perlas que producía el vientre de la mujer del comerciante. En esa casa aun quedaban dos muchachas, una apenas cumpliendo los dieciséis y de una belleza recatada y la preciosa pequeña de apenas diez que se escondía detrás de las faldas de su cansada madre. El hombre de pelo azul apenas miro a la más chica y pago una buena suma por llevarse a la mayor. Si resultaba madurar con la belleza de su madre era la mejor compra que podía hacer. O por ultimo podría producir niñas y niños hermosos con los que hacer negocios.
La joven recuerda cuando la chiquilla salió por la puerta cabizbaja y asustada. A veces ellas jugaban juntas y escondidas en algún rincón de la fría mansión y otras veces recurrían a la lenta y silábica lectura del único libro que tenían en su poder, una vieja versión de un cuento de hadas que para ellas era la única ventana al mundo que existía mas allá de las altas paredes que rodeaban la mansión, un libro con imágenes deslavadas por el tiempo pero que encendía su infantil imaginación con su historia sobre la mujer que hacia cosas sobre las que ellas jamás habían oído hablar. Baile, príncipe, bosque o calabaza eran palabra que apenas podía leer pero que intentaban recrear en su cabeza murmurando entre ellas sus posibles significados.
Así que cuando el hombre del cabello azul volvió a esa casa años después dispuesto a pagar por la última hija que quedaba en esa casa fue la primera vez, también, que sintió algo similar a lo que la pobre cenicienta sintió cuando el príncipe volvió por ella. Felicidad.
   Salió de la mansión y, cuando las puertas exteriores se abrieron, una angustiosa ansiedad se apodero de ella, no sabía qué era lo que había del otro lado y tampoco tenía imaginación o referencias para deducirlo así se fue mirando por la ventana asombrada de todo lo que veía hasta que llego a la enorme casona en la que sería nuevamente encerrada, solo que esta vez para cumplir el papel de esposa en vez del papel de hija.
Creía, y esperaba, que su hermana la estuviera aguardando al llegar pero le sorprendió no ver a nadie más que una triste y silenciosa hilera de sirvientes tan callados y sumisos como los que tenía en casa de su padre. Miro al hombre al que pertenecía ahora y pregunto por ella. Ese sería el día en que por primera vez recibió un golpe. Y lamentablemente no fue la última.
No sabía nada de sexo así que el dolor fue todo a lo que pudo asociarlo, quemaba, ardía y la ha hacia cansada y herida pero jamás se quejo. El miedo a él se le metió en las entrañas y sospechaba que a la mas minino queja lo golpes no harían más que aumentar. El silencio huraño y violento de su esposo no  ayudaba en lo más minino a disminuir esa sensación.
El dormitorio, el baño y el comedor eran las únicas partes de la casa donde ella tenía acceso y permiso, el resto de la enorme mansión era un sitio vedado para ella. Los sirvientes hombres no podían dirigirle la palabra, bajo pena de muerte y eso era algo que se tomaba muy enserio en ese lugar. Solo una anciana mujer era la que se encargaba de sus cosas y desde el principio ella vio el terror en los ojos de la pobre vieja. También noto la ausencia de varios dientes y, con terror, también la de algunos dedos. No quiso preguntar hasta después de mucho tiempo y ella le respondió contándole su historia. Esa noche ella se entrego a él con un nuevo miedo. Si quería vivir jamás debía ir contra los deseos del hombre de pelo azul.
Fue esa mujer la que le conto sobre el cuarto del ala oeste, lo hizo cuando el vientre de la muchacha les confirmo que un niño venia en camino. Le explico con calma lo que era un cadáver y también tuvo que explicarle que era tristeza y llanto lo que a ella le pasaba en ese minuto al enterarse de que su hermana, o lo que quedaba de ella, estaba detrás de la puerta cerrada de una fría habitación a unos cuantos metros de la única persona por la que alguna vez sintió aprecio. La anciana mujer también le dijo de la llave que colgaba del cuello de su marido, la única llave que abría la infame puerta. Aterrada más allá de lo que podía explicar esa noche espero a que el cruel hombre se durmiera para moverse despacio y buscar el objeto con el único deseo de ver con sus propios ojos los despojos de su apreciada hermana ardiendo en su pecho un sentimiento desconocido. Por primera vez en su vida odiaba a alguien y ese odio fue la fuerza para robar la llave y salir de la cama rumbo a la puerta de la que le hablaron.
Su hermana aun era hermosa, a pesar de la frialdad de su cuerpo y el ceniciento color de su piel. Y recordó una imagen del libro que ambas veían juntas a escondidas en esos viejos momentos. Los labios del príncipe se juntaron con los de la cenicienta y ella se veía radiante y feliz, como ella nunca se vería, como seguramente su hermana nunca se vio. Así que poso sus labios sobre la piel fría como una triste despedida.
Observo los demás cuerpo sorprendida de ver tantos y tan variados aunque todas ellas eran hermosas, tanto o más que su hermana. Muchas mujeres. Quizá todas ellas fueron infelices como ella, quizá todas fueron compradas como ella y murieron como su hermana. Solas y olvidadas.
La anciana entro a la habitación y se arrodillo a los pies de una de las mujeres muertas llorando, llamándola por su nombre. Ella la observo preguntándose qué parentesco tenían y si es que espero mucho tiempo antes de poder llorarla. Absorta en ese pensamiento no noto el cuchillo en la mano de la anciana y que ocupo para acabar con su propia vida cayendo desangrándose al suelo de piedra de la triste habitación. La miro sin miedo, dándose cuenta de que la anciana era libre ahora del terror que les producía ese terrible hombre.
Se pregunto cómo sería su vida de ahora en adelante, ahora que sabía que no saldría jamás de esa casa, que nunca conocería la felicidad de la cenicienta y que terminaría como su hermana encerrada en esa fría habitación. Ni siquiera la vida que crecía en su vientre le hacía sentir emoción alguna, el hombre de cabello azul no era un príncipe, simplemente era un asesino, así que sin pensar en nada se arrodillo al lado del cuerpo de la anciana. Sintió pesar por no haberla conocido mas, por no haber conocido su historia ni preocuparse de ella. Así que se despidió suavemente y, en el momento en que el hombre de pelo azul cruzaba la puerta furioso y dispuesto a castigar a esa insolente mujer que no le obedeció, ella clavo el cuchillo en su vientre acabando con la vida de su hijo y rápidamente, antes de que su esposo la pudiera detener, corto su cuello tal cual como lo hizo la vieja sirviente cayendo al piso y sintiéndose libre por primera vez. Aunque fuera por escasos segundos antes de que la vida la abandonara.
Mientras tanto, frustrado y enfadado, el hombre de pelo azul observaba desde la puerta como su última adquisición moría cargando en su vientre al hijo que esperaba. Suerte que a ninguna de ellas nadie las esperaba en casa, nadie las extrañaría, nadie vendría preguntando por su destino.
Lástima, tendría que volver a salir a comprar otra mujer y enviara a alguien a limpiar el desastre… y esta ultima casi, casi le había gustado.



- FIN -

Consigna: Género: Drama. Basado en Barba Azul. Época actual. El azul es el cabello, no la barba.

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