Por Calista Manríquez.
“Buenas tardes, mi nombre es María, María Antonieta Segovia, encantada de conocerlo.
“Buenas tardes, mi nombre es María, María Antonieta Segovia, encantada de conocerlo.
Permítame decirle que cuando pase por aquí
pensé que era una broma muy extraña, ya sabe, a veces hay cámaras de televisión
ocultas en lugares así y después la ocupan a uno para reírse, si me pasa eso me
muero de vergüenza.
¿Usted me promete que no voy a salir en le
tele?
Bueno,
ahora estoy más tranquila. Como le decía me llamo mucho la atención su carpa y
me dije, Mira, que locurita, escuchar sueños, le cuento que hasta me reí un
poquito, pero sin mala intención, solo porque me pareció simpático.
También tengo que decirle que no pensaba
entrar, yo tenía clarito que no iba a entrar, soy muy vieja para estos
jueguitos, pero usted sabe, una es curiosa y cuando venía de vuelta de las
compras, bueno, aquí me ve.
Es que me fui pensando todo el rato en la idea
de que alguien escuchara los sueños y después, mientras compraba tomates,
recordé un sueño raro que tuve cuando joven, era muy, muy raro y nunca pude
darle una explicación. Si se lo cuento espero que usted sepa mantenerlo en
secreto, no lo vaya a estar contándolo a todo el mundo para que la gente
después piense que soy una vieja loca o algo así.
Bueno, bueno, lo se, me estoy dando muchas
vueltas y esa no es la idea. Si vine a contarle mi sueño extraño.
Deje recordar bien para no equivocarme ni inventarme
nada, no es la idea que le cuente mentiras o me olvide de detalles importantes,
ya sabe usted que una tiene sus años y la cabeza ya no es lo que era antes.
Gracias caballero, claro que le acepto un vaso
de jugo, tanto hablar se me seca la boca y me da la tos, es usted muy amable.
Ahora si que puedo contarle mejor.
Me acuerdo de que abrí los ojos en el sueño y lo primero que vi fue un cielo
color celeste limpio y claro. Me quede mirándolo un largo rato, era como era el
cielo en la ciudad hace como cuarenta años, cuando había más gente que autos
por las calles, no sé si se acuerda. ¿Ve? Ya comencé a hablar tonterías.
Bueno, la cosa es que después de mirar mucho el
cielo me di cuenta que estaba acostada en el pasto, un brillante pasto largo,
muy alto, tan alto que me cubría la cabeza. Eso me llamo tanto la atención que
me quede así, acostada, un largo rato. Igual le puedo decir que hasta ese
momento era un buen sueño, de esos que una disfruta incluso cuando anda
despierta haciendo las cosas de la casa, somnolienta.
Pasado un rato me dije a mi misma que tenía que
pararme y recorrer el lugar, los buenos sueños duran poco y quería disfrutarlo,
ahí fue que descubrí que yo ya no era yo o al menos no lo era tal como me
conocía: era una coneja, una coneja color gris de patitas cortas y orejas
largas. Me di cuenta que era una coneja por que cuando me di vuelta para
pararme me vi las patas y di un salto del susto, no le cuento el miedo que me
dio.
Pero dentro de mí sabía que era un sueño así
que un rato después andaba saltando feliz entre las plantas, era muy divertido
y pude jugar con otros muchos conejos que se me acercaron sin miedo.
Siempre intento acordarme hasta ahí nada mas,
has ahí porque todo era luz y felicidad en mi sueño, todo era muy lindo y
créame si le digo que me gustaría poder decir que el sueño quedo ahí, que me
desperté con una sonrisa, como las niñas de las películas.
Lástima que no fue así, pero no me demoro más
en contarle el resto.
Un ruido estridente rompió la calma del bosque
y todos mis compañeros de juego salieron corriendo a esconderse aterrados por
lo que para ellos debía ser un sonido desconocido pero que para mí era un
doloroso conocido. Un disparo de escopeta, un cazador se acercaba.
No supe para donde ir, no conocía el lugar y mi
corazón desbocado no me dejaba pensar con claridad así que me puse a correr a
ciegas, desesperada por encontrar un refugio, un escondite, la raíz de un árbol
donde quedar a salvo del cazador pero, por mala suerte o un pésimo destino,
quedé atrapada justo bajo los pies del asesino.
¿Sabe que fue lo más extraño de ese
momento? El cazador era Elmer Gruñón…
¡Elmer Gruñón! ¿Lo recuerda? Ese loco que siempre estaba detrás del conejo de
la suerte, al que siempre hacia tonto y que tanta risa me daba de niña y joven.
Pero créame, ahora no daba nada de risa, era aterrador, enorme y malvado con
esa sonrisa gigante en su cara gruesa y un brillo asesino en la mirada, unos
ojos crueles que me miraban fijo.
Estaba muy asustada, me encogí mientras lo
miraba hacia arriba sin atinar a moverme, aterrorizada. Él soltó esa risa, esa
risa maniaca con la que acercaba al conejo en la televisión y que uno siempre
sabía que era porque pensaba que podía cazar al conejo y ese siempre se salía
con la suya pero yo, ahí encogida y aterrorizada, no sabía cómo podía salvarme.
Apuntó su arma hacia mí, ese cañón frío y
enorme tubo de metal oscuro que escondía la muerte dentro de él. Estaba tan
cerca de mí que podía oler la pólvora la sangre que estaba pegado en la
escopeta. Sabía que iba a morir, iba a morir en el sueño, nunca olvide que era
un sueño pero eso no evitaba que supiera que era mi fin, dentro y fuera del
sueño también; no me pregunte porque pero sentía que si moría ahí lo haría
también en la seguridad de mi casa. Era tal mi certeza que algo se activo
dentro de mí y di un salto un enorme salto momentos antes de que él disparara y
logre salvar la vida.
Mirando hacia atrás pude ver como se abría un
agujero en el pasto justo donde estaba parada un momento antes.
Para mí lo más terrible fue darme cuenta
que él no me cazaba para comer, mi
cuerpo se hubiera hecho pedazos de haberme dado, no, él no me cazaba por
comida, él lo hacía por diversión. Eso fue muy cruel ¿Sabe? Era como si
hubieran pescado mi infancia, mi inocencia de infancia, y la hubieran hecho
pedazos frente a mí. Uno cuando niño cree que todo es un divertido y sano juego
donde nadie sale herido jamás pero no es así, yo iba a morir, los animales que
él cazara iban a morir, no mas tenía salvación que salir corriendo y tratar de
esconderme.
Era rápida, como todo conejo, muy rápida pero
nunca deje de escuchar los pesados pasos de Elmer Gruñón detrás de mí, siempre
lucía esas botas cafés en televisión y las usaba ahora para seguirme como un
perro, como un lobo, como que se yo. Solo sabía que debía arrancar y
esconderme, debía salvarme.
El bosque, a medida que iba adentrándome, se
iba poniendo más y más oscuro, más tenebroso, como una pesadilla, una mala
película que no podía apagar para calmar
mi desbocado corazón.
Logre meterme entre las enormes raíces de un árbol y esconderme allí esperando que algún milagro lograra salvarme. Además, lo oía, oís sus pasos acercándose, buscándome, rastreándome, sabía que yo era una presa fácil, una coneja torpe y lo disfrutaba, era un juego cruel y yo tenía todas las de perder.
Logre meterme entre las enormes raíces de un árbol y esconderme allí esperando que algún milagro lograra salvarme. Además, lo oía, oís sus pasos acercándose, buscándome, rastreándome, sabía que yo era una presa fácil, una coneja torpe y lo disfrutaba, era un juego cruel y yo tenía todas las de perder.
Me esforzaba por despertar, no crea que no, no
podía pellizcarme y si me movía él me encontraría más rápido pero me
concentraba en despertarme, en mover mi cuerpo dormido para que cayera de la
cama o cualquier cosa que me provocara dolor y despertar. Pero nada funcionaba,
estaba allí mismo, entre ramas y raíces, semi enterrada en la tierra, cubierta
de barro y temblando de miedo, aterrada.
Hubo un momento en que no lo sentí, no se
escuchaba ni su respiración ni sus pasos y me permití sentirme segura aunque
decidí no moverme por largo minutos, si estaba acechándome me volvería un
blanco aun más fácil de lo que ya era así que esperé y esperé. Le aseguro que
fueron los momentos más terribles de mi vida, esperar a un asesino que va
detrás de ti es una sensación que no le deseo a nadie, ni a mi peor enemigo, no
saber dónde está, no saber si puedes moverte o no, si es mejor quedarse donde
estas o buscar un sitio mejor, estaba tan asustada que pensar me costaba mucho.
El sonido del martillar de un arma me hizo
darme vuelta, él estaba detrás de mí, había llegado a mis espaldas sin que yo
lo notara y ahora estaba atrapada en una trampa en la que yo mismo me había
metido, ya no tenía escapatoria.
Me puse a llorar, lo se porque después tenía
toda la almohada mojada, lloraba por la injusticia que era morir en un sueño
que un principio era tan bello, que tanto me había gustado.
“Te atrape, conejo” dijo Elmer Gruñón, tal como
lo decía en la televisión, con la misma sonrisa, la misma cara asesina, y la
misma postura, tan igual a lo que pasaba en su vieja serie, tan igual…
Yo sabía que me iba a morir, no quería morirme
pero no podía hacer nada, no me podía mover, no podía pensar, solo respiraba
agitada y temblaba entera y ahí, en ese momento yo…
Ay caballero, que vergüenza me da decirle pero,
estaba muy asustada, aterrada y mi cuerpo, supongo, que reacciono y, por raro
que suene, yo creo que orinarme en la cama me salvo la vida.
Me desperté tan rápido, con tanto miedo que por
unos momentos no logre reaccionar a que estaba a salvo en mi casa, en mi cama,
que volvía a ser una persona y no ya una coneja pequeña y asustada.
Fue muy
extraño ese sueño ¿No lo cree? A pesar de ser un personaje de serie de dibujos
yo podía sentir que él era malvado, muy malvado, y hasta el día de hoy no puedo
evitar sentir miedo cada vez que escucho su extraña voz diciendo “Te atrape,
conejo”…
Bueno,
bueno, mire la hora que es, se me pasó el día contándole esta historia rara. ¿Sabe?
Usted me da confianza, no le había contado esto a nadie, siempre pensé que se
reirían de mí si contaba que Elmer Gruñón iba a cazarme, usted no se rió. Acuérdese
que me dijo que no iba a salir en la tele, aunque si pone esos cuadritos con
los que tapan la cara podemos conversarlo.
Ya, me
voy, me están esperando en la casa, voy a preparar el tecito de la tarde, mis
nietos llegan del colegio y siempre llegan con hambre ¿Va estar aquí mañana? Le
traeré un trozo de queque, y no me diga que no, usted fue muy paciente conmigo.
¿Verdad
que fue raro? No, no, gracias a usted caballero. Nos vemos, tenga cuidado con
los sueños, desde ese día prefiero no pensar en él para que vuelva, debe
haberse quedado con las ganas de cazarme, ojala no haya cazado nada, que nunca
más haya cazado algo… es aterrador ser tan pequeño y tener tanto miedo.”
Consigna: En su sueño es una coneja y Elmer Gruñon quiere cazarla. A pesar de verse como dibujo animado, es un sueño muy realista y su terror de ser cazada es auténtico.
María Antonieta Segovia
Consigna: En su sueño es una coneja y Elmer Gruñon quiere cazarla. A pesar de verse como dibujo animado, es un sueño muy realista y su terror de ser cazada es auténtico.
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