martes, 20 de septiembre de 2016

La última bala


     Los casquillos se extienden como un manto sobre la tierra. Los soldados caídos también forman parte de la imagen que se proyecta en la retina de los que miran desde las trincheras. Los muertos se entremezclan con los vivos, los moribundos y los trozos de los que han sucumbido a los morteros de los cañones o las bombas de las incursiones aéreas.
     No hay tregua. Quedaran expuestos ahí hasta que sin riesgo, puedan ser socorridos los que aún sobrevivan.

     Juan, un mozo de apenas 20 años, atesora esos momentos de calma entre batida y batida. Nunca sabe cuánto durará esa relativa paz que por momentos se vuelve más escasa. Es soldado raso, carne de cañón. Recuerda cómo lo reclutaron “Servirás a tu patria. Serás un héroe”. Sí, ahora lo entiende, ve a los héroes ahí delante de él, héroes que no existen, solo muertos. Quiere volver a casa, sólo eso.

     Es noche cerrada en el pueblo, ni los perros aúllan. Un chirrido de frenos y Pilar se despierta asustada. Oye puertas que se abren y voces autoritarias. Son voces que desconoce.
Gritan el nombre de su padre. “Has sido acusado de traidor ven con nosotros, no te  resistas” dicen esas voces.
El pobre hombre, un viejo maestro de pueblo, tiembla. Sabe a lo que han venido, a darle “el paseillo”. Nadie regresa cuando van a buscarlos así, de noche.
     Lo arrastran hasta el camión que espera junto al coche donde unos tipos con uniforme  carraspean impacientes. El tiempo se echa encima y hay un trecho hasta el bosque. Los vehículos arrancan y se pierden en la oscura noche.
     Apenas un par de horas de viaje y los hombres hacinados en el camión no han cruzado palabra. Llegan a su destino, un claro en el bosque Allí, Anselmo el maestro y cuatro hombres más, son obligados a cavar unos grandes agujeros que les servirán de tumbas cuando reciban un tiro en la cabeza. Formarán parte de los cientos de desaparecidos.

     Pilar,  escondida, aún no se ha atrevido ni a respirar. A sus escasos 14 años, sabe lo que es la guerra y la crueldad de los hombres. En cuanto amanezca, se irá al monte. Un odio desconocido crece en su interior.
     Hace más de dos años, desde el comienzo de la guerra, que no ve a su hermano ni a su tío, los dos habían sido movilizados. Su amigo Pedro, el de las ideas raras, se había ido al monte a unirse a los grupos de resistencia que se movían por allí.

    Las sirenas suenan y la gente aterrorizada corre a protegerse en los refugios más cercanos. El sonido de los aviones y las explosiones se dejan oír por todas partes. Los edificios, ya de por si maltrechos, se derrumban sin dificultad abatidos por las decenas de bombas que los aviones dejan caer desde sus bodegas. Cuando las sirenas vuelven a sonar, las calles están llenas de cascotes y muertos. Ancianos desorientados y niños cubiertos de polvo y lágrimas, vagan entre las ruinas. Y comienza por enésima vez la búsqueda entre los restos, Gritos de dolor, susurros, respiraciones jadeantes marcan los lugares dónde aún es posible que haya vida. La gente, aún con el miedo en el cuerpo, siente la necesidad de ser útil.

     Pilar no ha pegado ojo. Se viste con ropa de su hermano y se echa al monte, esperando unirse a alguna partida de las tantas que hay. Si encontrara a Pedro…
Hacer calor, la primavera ya deja notar sus efectos. La chica camina escopeta de caza en mano, atenta a todos los ruidos. Oye un crujido de ramas y al mismo tiempo se ve rodeada por unos hombres con ropas de trabajo, pero armados hasta los dientes, son los que busca. En el campamento se da cuenta del miedo que flota en todas partes, pero también de la decisión de no dejarse vencer. Hay mujeres y niños en el grupo.

     Juan sigue en las trincheras. Cada vez quedan menos compañeros. Entre las balas, la metralla y las enfermedades, caen como moscas.
En la radio del refugio ha oído que el fin de la contienda puede estar cerca. Pero ahí, desde su posición la guerra se acrecienta, las bombas caen con más intensidad, los cañones apenas tienen descanso y el cuerpo a cuerpo de las incursiones nocturnas los tiene siempre en tensión.
Hace tiempo que el correo no llega. Y aunque las noticias dicen que van ganando terreno, no sabe lo que sucede en la retaguardia.

     Pedro avanza por el campamento, desde que dejó el pueblo lucha por lo que cree. Joven, barbilampiño y con los ideales intactos, se ha labrado fama de líder y buen estadista. Nunca deja nada la azar, sus ataques al bando enemigo, son implacables.
Comanda el grupo al que Pilar se ha unido. Trae noticias, se comenta que todo está perdido, que sus oficiales planean la rendición sin condiciones, exigida por los ya vencedores. Dicen que sólo es cuestión de días.

     Las ciudades van cayendo una tras otra, el enemigo derrotado, retrocede y cede el terreno. Las últimas confrontaciones son las peores. Aún derrotados, muchos se niegan a abandonar.

     Pedro no piensa en rendirse y junto a los suyos planea atacar un reducto enemigo cercano a la ciudad. Será difícil, ellos están atrincherados, pero esperan contar con la noche y la sorpresa. Con las últimas noticias cree que los podrán coger desprevenidos.
Pilar va con ellos. El odio que la mueve le impide quedarse en el campamento con algunas mujeres y los niños. Le contó a su amigo lo sucedido en el pueblo y éste no ha querido retenerla. La comprende.

     
     Cae la noche. Todo es silencio. Juan, sentado en el fondo de la trinchera, sobre un barro ya seco, escucha los susurros de sus compañeros. Están contentos, el cabo dice que mañana se firmará la rendición del enemigo y todo habrá acabado. Reza para que sea así. Está harto del olor a sangre, a podredumbre, harto de pasar hambre, de no poder dormir sin pesadillas. Harto de muertes. De ver morir a sus amigos y a sus enemigos. De una guerra sin sentido. De pronto, sonríe, se quita el caso y mira una foto que lleva en su interior…

     Agachada al pie de una alambrada, Pilar mira a lo lejos, las trincheras apenas se divisan, la luna, aún estando llena se encuentra cubierta por las nubes, volviendo todo oscuridad. La chica mira a la noche y al cielo. Algunas nubes hechas jirones dejan pasar los rayos de luna. Juan se levanta para iluminar la fotografía que lleva en la mano. En ella se ve una familia, los padres y dos hijos. Se humedecen sus ojos.
Pilar acaba de ver una cabeza que sobresale de la zanja, la claridad es total, apunta,  piensa en su padre, en su hermano…y dispara.
Juan apenas oye un silbido acercarse mientras el proyectil atraviesa su cráneo y un nombre se escapa de sus labios…Pilar


– FIN –

Consigna: Escribir un relato bélico.

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