domingo, 1 de abril de 2018

Clara visión del futuro

Siempre que tengo que hacer algo importante me cuesta mucho esfuerzo llegar a conciliar el sueño. Duermo haciendo una cuidadosa planeación para no cometer algún error. Anoche no fue la excepción y como de costumbre desperté una hora antes, no tuve necesidad de esperar la alarma del celular, abrí mis ojos sin pestañear o intentar descansar otros cinco minutos, simplemente desperté y me levanté apresurado para ducharme, vestir traje y corbata, así como peinarme con gel (aun cuando odio tener el cabello tan duro), para finalmente conducir hacia el trabajo.
Durante el trayecto seguí pensando cómo abordar a Edgar para pedirle un aumento salarial, tenía varias ideas en mente para comenzar a hablar sobre el tema: 1. Mi yo arrogante, el que tendría que demostrarle que mis capacidades intelectuales permitían desempeñarme mejor que el resto de mis compañeros. 2. La necesidad económica, ya que estaba decidido a contraer matrimonio en un año y necesitaba ganar más dinero para los gastos. La opción tres parecía la más sensata y realista para persuadirlo de que merecía ese puesto. Tres meses habían sido suficientes para aprender los procedimientos de mis funciones, el hecho de provenir de otro departamento del banco me daba ciertas ventajas para proponer estrategias de las dos áreas conjuntas y así darle un valor agregado a mi trabajo, eso y los tres años de antigüedad con el mismo sueldo me daban buenas esperanzas de poder quedarme el puesto que nadie había sido capaz de ganarse hasta ese momento.
Volví de mis pensamientos ya que un anciano se atravesó en el camino, intenté frenar, sin embargo, alcancé a empujarlo con la defensa del automóvil, bajé de inmediato y miré hacia la luz del semáforo para eximir la culpa, afortunadamente seguía en verde. Me acerqué al anciano, tomándolo del brazo para ayudar a levantarlo, me miró a los ojos y dijo:
—Sabía que esto ocurriría­— suspiró decepcionado.
—Y porque si lo sabía, no tuvo cuidado para evitarlo señor­— le dije al momento que veía la pequeña abolladura de mi auto.
—Dije que sabía que ocurriría, más no que lo podía evitar, qué no sabes que no debes de responderle a tus mayores, mocoso insolente.
­—Disculpe señor, no fue mi intención ofenderlo.
—No te preocupes, también ya sabía que me contestarías— dijo sonriente.
Intrigado por sus respuestas, me interesé por indagar sobre la cordura del hombre, quien lucía desaliñado y desubicado.
­— ¿A qué se dedica señor? — pregunté mientras lo ayudaba a sentarse en la banqueta.
—Soy un visitante de futuro, me dedico a viajar por el tiempo y ayudar a la gente que se cruza en mi camino.
­Aguanté la risa, pero sin duda tenía la curiosidad de llegar más a fondo en aquella conversación.
—Adelante, puedes reírte si tienes ganas, sólo que no me pidas que te ayude a obtener ese ascenso que tanto deseas.
En ese momento la sangre se me heló y comencé a marearme de la impresión, volteé a mí alrededor a ver si había testigos de aquella extraña escena. Las calles se encontraban vacías, estábamos a dos días de la semana santa y las escuelas habían cerrado por las vacaciones. Decidí tomar con seriedad al anciano y creer en la posibilidad de que fuera una persona del futuro.
¿Có-oomo pue-ede ayudarme señor? ­—pregunté nervioso.
—Muy sencillo Enrique, solo tienes que seguir cuidadosamente algunos pasos y con ayuda del efecto mariposa, todo hará que tu jefe se encuentre sensibilizado a la hora de que hables con él y le pidas el ascenso.
— ¿Qué debo hacer? ­—pregunté sin dudar—, ¿me costará algo?
— ¿Me has visto cara de necesitado? —preguntó ingenuamente. Seguramente sabría que otra vez sentía ganas de reírme, sólo que, en esta ocasión, no se atrevió a decir nada, en su lugar, se barrió asimismo con la mirada, entendiendo mis reacciones y sólo se limitó a decir:
—No te preocupes, lo tengo todo y a la vez nada, si necesito dinero voy a comprar un billete de lotería, si necesito alimentos, mi aspecto o en ocasiones mis conocimientos del futuro me bastan para convencer a alguna persona que me dé lo que necesite. Sólo te ayudo porque quiero.
­—Le agradezco señor, nuevamente le pido una disculpa si lo volví a ofender. Y bien, qué necesito hacer para obtener el ascenso.
­—Primero debes estacionar tu vehículo en el tercer cajón, de la fila H, cierra bien las ventanas, te lo digo por qué sé que en ocasiones las dejas entreabiertas para que no se encierre el calor en el auto cuando vas a comer. Después, deberás darle la moneda más brillante al jardinero que estará conectando una manguera en la llave que está justo a un lado del teatro, caminarás por el paso peatonal entre el campus de la universidad y el fórum cultural, de ahí necesitarás retar al sujeto que está sentado frente a la escalinata de la biblioteca a una partida de ajedrez en el tablero enorme que se encuentra al aire libre, no te preocupes por el tiempo, no te llevará mucho tiempo ganarle, necesitas el mate del loco para ganar la partida, escoge las piezas negras, el abrirá a los peones que cubren a su rey, por lo que bastará abrirle paso a tu reina para encerrarlo y terminar la partida en dos minutos. Te advierto que tu contrincante se pondrá loco, por lo que sugiero que continúes tu camino y lo ignores. Antes de que entres a la oficina, retira en el cajero quinientos pesos, rompe a la mitad el billete y tíralo al suelo. Eso será suficiente para tu ascenso.
—Cómo es posible que haciendo eso, obtenga un ascenso — dije molesto e incrédulo, pensando que trataba de tomarme el pelo.
—Muy sencillo, Él estacionará su vehículo en el segundo cajón de la fila H como lo hace todos los días, tu carro no estará bien estacionado, por tus obvias habilidades de conductor —dijo mientras me echaba una mirada de que yo había sido el culpable de su atropellamiento—, cuando abra la puerta golpeará tu vehículo ocasionándole una abolladura del lado del copiloto, ya lo repararás cuando tengas el ascenso junto con la marca que he dejado en tu defensa. Él ya sabe que es tu vehículo, por lo que comenzará a sentirse mal por ello, en ese momento el jardinero al que le diste la moneda, la sacará de la bolsa y el reflejo que provocará su brillantez, hará que descuide el control sobre la manguera y le moje toda la camisa, con eso ya le evitaste daño eléctrico a tu auto por cerrar las ventanillas, ya que se mojarían los controles de la consola y se quemaría un fusible, dañando la computadora del vehículo. Continuará el camino y pasará por el tablero de ajedrez, el sujeto a quien le ganaste la partida, comenzará a retarlo y cuando Edgar se niegue, el mal perdedor le pondrá el pie ocasionando que caiga al suelo. Mojado y golpeado, comenzará a tener pensamientos sobre las malas energías, es muy creyente de eso, por lo que bastará que tengas la conversación sobre el ascenso para que no dude en promoverte, antes de que llegue a la oficina, se encontrará la mitad del billete que tiraste y te lo querrá dar por dañar tu auto, no sabrá que está incompleto hasta que te lo dé, sentirá mucha vergüenza, para entonces ya lo tienes dominado.
—Me cuesta creer que todo eso hará que Edgar piense en mí para el puesto— dije nervioso.
—Una cosa más, por nada del mundo olvides tus lentes—dijo mientras se comenzaba a retirar—. Un vehículo de tránsito municipal comenzó a hacer sonar su claxon y por el megáfono me pidió que no obstruyera el camino, cuando busqué al anciano ya se había esfumado.
Estacioné mi auto donde me dijo, cuando bajé, corroboré decepcionado que las llantas del lado del conductor estaban encima de las líneas amarillas que dividían el cajón. Me acerqué al jardinero, quien contento, recibió la moneda de diez pesos del año 2018, jugué la partida de ajedrez, ganándola en dos movimientos, el sujeto comenzó a insultarme y perseguirme, me alejé rápidamente e hice la última parada en el cajero automático rompiendo el billete que recibí, en dos partes. Llegué a la oficina y esperé a que Edgar entrara.  Tenía los ojos rojos en señal de estar al borde de las lágrimas, su camisa estaba mojada y sucia, tenía un raspón en la frente.
—Edgar, necesito hablar contigo…
—Antes de que empieces, te voy a dar este dinero— dijo mientras estiraba el billete roto, con su mirada adiviné que se mostraba arrepentido y regresó la mano a su bolsillo sin entregármelo. Disculpa, no sé qué me pasa el día de hoy. En la mañana golpeé accidentalmente tu vehículo, llévalo a la agencia y me dices cuánto es. ¿En qué te puedo ayudar?
—Tengo una inquietud, creo que he realizado bien mi trabajo desde hace tiempo, mis propuestas han sido bien recibidas y llevo tres años en el mismo puesto, me preguntaba sobre la posibilidad de tener un ascenso…
­—He querido tener esta charla contigo desde hace algunos días, efectivamente, creo que tienes mucho potencial, pero te hace falta dominar tus funciones para que pueda postularte ante mi jefe. Creo que tienes grandes capacidades, pero dime… —dijo mientras sacaba unas hojas de su maletín. ¿Qué diferencia vez en estas dos hojas? —Preguntó mientras me mostraba dos hojas en blanco­.
Mierda, el viejo no me dijo que contestar. Los putos lentes, pensé.
—No veo bien Edgar, he olvidado mis lentes.
—No te preocupes Enrique, solo te pido que tengas un poco de paciencia, te aseguro que vas a crecer favorablemente en esta área…
En ese momento di la espalda a Edgar sin dejarlo terminar de hablar, desde luego, el anciano provenía del futuro y me había dado muestra de ello, pero el bastardo me había dado una lección desde el futuro por haberlo atropellado.
—Maldito viejo hijo de puta, se está burlando de mí porque no lo vi cruzar la calle— dije mientras arrojaba la otra mitad del billete roto y me salía encabronado de la oficina.

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